Luis Núñez Ladevéze | 08 de agosto de 2019
Judith Shklar aborda en su ensayo lo que hay que conceder al poder político en un régimen de libertades y cómo amortiguar su supremacía para garantizar la dignidad de las personas.
Los que padecen miedo por abuso de poder, persecución o exclusión social inmotivados pueden entender fácilmente lo que significa “el liberalismo del miedo”. El tema de este ensayo de Judith Shklar, escrito en 1989, que ya pasa por clásico, reeditado ahora en español, tiene por fin deslindar lo que hay que conceder al poder político en un régimen de libertades y cómo amortiguar la supremacía de los poderosos para asegurar la dignidad de las personas.
El liberalismo del miedo
Judith Shklar
Herder Editorial
80 págs.
11,50€ | Epub: 7,49€
El planteamiento de Shklar se incardina en lo que podría llamarse tradición realista o pragmática de la libertad y de la democracia, que reconoce motivos de jerarquización y subordinación compatibles con la libertad y la igualdad. Según Shklar, el fin de un sistema liberal es que el ciudadano no sea avasallado por el poderoso. Fomentar instituciones políticas para que las reglas de convivencia no favorezcan el abuso coactivo ni cedan ante la fuerza bruta.
Cuando escribía Shklar, el Estado totalitario era todavía un exponente de cómo el recurso a la crueldad podría servir de instrumento para asegurar la dominación política. Aunque ella se refiere también indirectamente a los regímenes teocráticos, habría que añadir actualmente, entre otros, como ejemplos extremos de dominación mediante el miedo, los procedimientos usados por el narcotráfico y el terrorismo.
El realismo de Shklar centra el tema de la limitación del poder político en la experiencia inmediata, no en las intenciones idealistas o materialistas de las teorías. La crueldad y el temor se padecen en un «aquí ahora», y es ahora y aquí cuando hay que impedirlos. No son justificables como instrumento de un hipotético régimen futuro para el cual sembrar el miedo o esparcir el castigo sirvan de cauce necesario para la emancipación de una sociedad por venir.
El énfasis en el miedo procede de la propia experiencia de Shklar como judía, letona y emigrante ilegal, huida del totalitarismo soviético, de cuya impronta nace este ensayo, donde ofrece una versión original del liberalismo más clásico.
En la línea de su compatriota Isaíah Berlin, aunque con diferencias importantes acerca de la distinción entre libertad positiva y libertad negativa, Shklar considera el liberalismo como consecuencia de la fragmentación de la unidad cristiana en la modernidad. Es importante este matiz contextual que implícitamente acepta que, antes de esa fragmentación cristiana, no se planteaba del mismo modo el tema de las libertades personales, lo que hace superfluo juzgar el pasado cristiano a través de los valores sociales de la modernidad.
La función de una política libre es evitar que el ciudadano conviva en un ambiente pavoroso a causa de la represión política o de la intransigencia social. Amortiguar la crueldad administrada por el poder soberano, ya que, al entregar al dirigente los recursos coactivos para mantener el orden común, se le otorga un estatus de supremacía política y social sobre el resto de los conciudadanos.
Por eso, el poder político tiene que ser limitado, compensado mediante el arraigo de instituciones solventes, y dividido, para evitar que se concentre en una persona o en un grupo dirigente. Asegurar la independencia judicial es, por tanto, indispensable.
“Es justo decir que el liberalismo está casado monogámica, fiel y permanentemente con la democracia; pero es un matrimonio de conveniencia”. Ortega y Gasset adelantaba esta idea de otro modo: el liberalismo responde a la pregunta de cuánto se manda; la respuesta es que hay que limitar el poder. La democracia responde a la de quién compete mandar; la respuesta es que la soberanía reside en el pueblo. Una democracia en la que el poder no esté delimitado puede llegar a ser irrefrenablemente cruel y opresiva. La síntesis del ensayo de Shklar podría ser: allí donde no se sienta miedo se asienta el liberalismo cuya función es evitar que los ciudadanos teman a los poderosos.
Es justo decir que el liberalismo está casado monogámica, fiel y permanentemente con la democracia; pero es un matrimonio de convenienciaJudith Shklar
Como víctima que huyó del terror, Shklar no hace concesiones a la candidez sobre la función política, considerándola raíz principal del miedo. El idealismo justifica la opresión actual para superar la transmitida por el pasado. El materialismo justifica la opresión actual como vía para alcanzar la liberación futura. La opresión es una experiencia concreta, se sufre personalmente, ni el pasado ni el futuro pueden justificarla, pues quien tiene que liberarse es quien la sufre.
Una promesa liberadora no justifica la dictadura del presente. Tampoco la justifica una tradición social. El liberalismo no una filosofía de la vida, es una doctrina política que “solo tiene un objetivo… garantizar las condiciones necesarias para el ejercicio de la libertad individual”. Cada cual adopta cualquier tradición a su vida mientras sea compatible con la condición de que no se transmita por miedo.
El libro de Shklar procede de haber tenido que huir por miedo de la promesa de una emancipación política que justifica la opresión del presente. Con razón, Alex Honneh, que es el prologuista de este breve ensayo, señala que la perspectiva de Shklar, como la de Hanna Arendt, es fruto de “su experiencia del desarraigo”. Ambas describen el totalitarismo del que huyen por haberlo sufrido personalmente, ambas han sentido el “miedo” en sus carnes antes de huir de la sojuzgación, ambas reaccionan contra “el miedo a la persecución estatal y el terror político”, pues “toda persona adulta debería poder tomar sin miedo ni favor todas las decisiones efectivas… compatibles con idéntico ejercicio de libertad de cualquier otra persona adulta”.
Lo relevante de este principio es la expresión “sin miedo ni favor”. Aun siendo numerosas las fuentes de opresión social, no tienen el efecto letal de las políticas.
PP, Cs y VOX son propuestas de carácter liberal. España corre peligro de disolución.