Miguel Ángel Gozalo | 09 de mayo de 2019
El Partido Popular debe confiar en que su giro al centro dé frutos, esperar y estar callado.
Era el primer desayuno informativo tras la debacle electoral, en un Hotel Palace cargado de historia y de expectación, y ahí estaban los dos, Isabel Díaz Ayuso, candidata del Partido Popular a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y su presentador y presidente, Pablo Casado, aclamados por una parroquia fiel. Ella, locuaz y sonriente, no era para nada «la niña de luto», título de una película de Manolo Summers. Y él, después de haber asumido los malos resultados, se mostraba tajante en su confianza: «El PP sale a ganar en estas elecciones. Ni luto ni resignación».
El luto, levantado justo una semana después de una muerte imprevista y amarga, como hacen los judíos. La «shivá» (siete, en hebreo) dura siete días de dolor y aislamiento. El PP ha pasado una semana de «shivá», recluido en casa, entre lamentos y consejos. «Vuelve al centro», ha sido el más repetido.
Querer parecerse a VOX (¡y hasta ofrecerle ministerios!) ha sido el disparate de la campaña. Dejarle a Ciudadanos el centro, una conquista de un PP heredero de las plurales corrientes de UCD, que había sabido diluir en su seno las veleidades extremistas, un error estratégico propio de principiantes. Han entrado en combate sin haber leído a Carl von Clausewitz y sin la mínima curiosidad por el ajedrez que es la política, donde las emociones deben someterse a la razón.
¿Que puede hacer ahora el Partido Popular, que, sin tener cicatrizadas las heridas dejadas por el traumático relevo de Mariano Rajoy, se ha lanzado «a competir por el voto de la protesta, dejando de lado el voto conservador más circunspecto, es decir, el de siempre», como ha escrito en La Vanguardia Carlos Casajuana?
Como en las elecciones de 2008, que perdimos, el tiempo nos dará la razónPablo Casado
Pues puede hacer varias cosas sensatas, sin duda. Pablo Casado ya ha rectificado el gran error y, escuchando a los llamados barones (entre los que el primus inter pares es Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia), ha vuelto al centro como el hijo pródigo volvió a la casa del padre. El mensaje del PP en este momento es de alcance nacional, con guiños a derecha y a izquierda: «Somos la casa común de todo el centro derecha», ha dicho Isabel Díaz Ayuso. «Como en las elecciones de 2008, que perdimos, el tiempo nos dará la razón», ha dicho Casado. Perder, como Rajoy, puede servir para ganar más adelante.
Lo siguiente que tiene que hacer Pablo Casado es consolidar su papel de líder de la oposición, que, sin justificación aritmética, le quiere arrebatar Albert Rivera, con el argumento de que Ciudadanos va hacia arriba, mientras que el PP ha perdido escaños y votantes. Para ello ha servido su entrevista con Pedro Sánchez que, en un movimiento audaz, asumiendo el papel del Rey, ha decidido llevar a cabo una serie de consultas con los dirigentes de los principales partidos.
Casado, líder de la oposición, no solo no va a facilitar la investidura de Sánchez, sino que ha sugerido que lo apoye Rivera, que ya lo ha hecho en anteriores ocasiones. Casado cree que Sánchez puede gobernar, pero le dice que busque otros respaldos, que los tiene: Podemos, el PNV, los independentistas, Bildu y compañía.
Pase lo que pase de ahora en adelante, y con un horizonte menos agrio para el PP en esta segunda vuelta electoral que son las elecciones municipales, autonómicas y europeas, es urgente esperar. El Gobierno salido de la moción de censura tenía un inevitable tufo pasajero. Con este que viene, conformado por un PSOE triunfal (que gobernará en solitario, se ponga como se ponga Unidas Podemos), Casado deberá conformarse con el modesto papel de líder de la oposición. El cielo puede esperar.
‘No abrir la boca, salvo para decir buenas, buenas’Victoria Prego
Entre tanto, confiar en que ese giro al centro dé algunos frutos, gracias a la implantación local del PP, superior a la de sus competidores, y ello permita el milagro de salvar los muebles. ¡Ah! Y, si es posible, estar callado, como le ha recetado, desde una tertulia radiofónica, la veterana y sagaz Victoria Prego: «No abrir la boca, salvo para decir buenas, buenas«. Algo parecido a la recomendación que le dio John Wayne a Kirk Douglas cuando este empezaba: «Habla bajo, habla despacio y habla poco».
Lo de hablar bajo no es nuevo. Ya lo recomendaba, al parecer, el presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson, aunque él decía que era conveniente hacerlo con un gran garrote al lado.
En democracia, el garrote son los votos. Y ese garrote solo lo recuperará el Partido Popular si vuelve a ser un «viejo gran partido» (como los republicanos de los Estados Unidos), centrista e integrador. El problema es que el garrote, por ahora, lo tiene Pedro Sánchez.
El líder popular se enfrenta al reto de evitar que el partido se disuelva por el centro y por la derecha.
Las cúpulas mediocres y oportunistas han condenado a la extinción al Partido Popular, que pronto será historia.