Javier Redondo | 11 de enero de 2021
Tenemos una alarma sin mando único, repartida y prorrateada en virtud de los apoyos que necesita el Ejecutivo para sostenerse. Un vehículo y 17 conductores autodidactas que fían su suerte a los números y cálculos averiados del candidato Illa.
La paradoja de este Gobierno es que muestra su coherencia en la contradicción. Resulta estéril, fútil y aparentemente ilógica una alarma de tan perfil bajo, según la cual, el Ejecutivo la declara y usa sus poderes excepcionales para dispersar y trocear medidas, ausentarse y encarar la legislatura sin modificar su agenda reactiva, que en su argot es de progreso. Hay coherencia en el absurdo. Tenemos una alarma sin mando único, repartida y prorrateada en virtud de los apoyos que necesita el Ejecutivo para sostenerse. Un vehículo y 17 conductores autodidactas que fían su suerte a los números y cálculos averiados del candidato Illa. La alarma es una baza que se empleó ad hoc contra Madrid -antes de aprobarse esta última tan holgada como prescindible- y se desactiva en Cataluña y País Vasco.
La alarma se ha convertido en un recurso dilatado en el tiempo, convertido en experimento, que facilita el rodillo por decreto, se canjea de tapadillo y faculta a la ocultación. Tragó el Parlamento -la oposición- con los seis meses de prolongación y ahora no sabemos ni el criterio de reparto de las vacunas por feudos y señoríos.
La alarma alcanzará hasta mayo y de momento quien comparece en el Parlamento para dar cuenta del estado de la cuestión es el candidato del PSC a las elecciones catalanas. La alarma sanitaria -cuya causa deja un reguero de dos millones de contagios y un número de fallecidos aproximado a 50.000- tiene un pato cojo en la torre de control.
Ni la fecha de finalización ni empeño de Sánchez son casuales. El problema de la alarma no es que sea innecesaria, que lo es -sobre todo si no se usa, y para hacerlo como se hace, bastarían las leyes ordinarias [como reiteró desde mayo la oposición y se escribió aquí en La desescalada es un zoco]- sino que se devalúa su sentido, o sea, que permite emplearse en el futuro ante cualquier otra circunstancia por vana que se considere. Normalizarla e interiorizar el «no es para tanto». será el legado de este abuso. Tenemos la alarma en la piel. Una sociedad aclimatada a una excepción es una sociedad que flaquea, pierde pulso y se amodorra.
Una cosa es que virus y recesión constituyan causa y consecuencia y otra que el mismo instrumento constitucional se use indistintamente. Esta es la trampa.
Desde que en sus primeras dos comparecencias de marzo el presidente Sánchez se refirió sin separarlas a dos emergencias -sanitaria y económica- trasladó inadvertidamente su voluntad y porfía. Una cosa es que virus y recesión constituyan causa y consecuencia y otra que el mismo instrumento constitucional se use indistintamente. Esta es la trampa.
El pasado 31 de diciembre el Gobierno publicó el decreto, aprobado una semana antes, de medidas urgentes para la modernización de la Administración Pública y para la ejecución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Total, que para distribuir los fondos europeos el Gobierno sí dispone del mando único. La gestión de virus desgasta, el reparto de regalías fortalece. Es la penúltima pirueta de la factoría de La Moncloa. Hay coherencia en la contradicción y maquinación en el enredo.
El Gobierno anunció, cuando ató los presupuestos y en el día de los Santos Inocentes, los indicadores de asignación y penalizó a Madrid porque dos de ellos -uno en el fondo- son el impacto de la pandemia en la riqueza y en el desempleo. Así que castiga a la autonomía, de las más castigadas por el virus, que decidió combatirlo sin estrangular su economía: el que encierra y restringe gana. La cacareada y desapercibida ‘cogobernanza’ se desvaneció al paladear los euros. Después, con el decreto mencionado, el Gobierno anunció la subasta y creó los PERTE, Proyectos Estratégicos de colaboración público-privada que aprobará uno a uno el Consejo de Ministros. Como escribió el consultor Miguel Ferre en El Mundo, el decreto prevé «su adjudicación a sociedades de economía mixta con capital mayoritariamente público acompañado de socios privados elegidos con respecto a la libre concurrencia».
Para sus propósitos electorales, tiene mucho sentido, por tanto, el empeño del Gobierno en extender la alarma hasta mayo. Entonces no sabremos cuantas olas computaremos, pero sí que Sánchez e Iglesias habrán dispuesto un mecanismo de consolidación del mando único que complementa los presupuestos y apuntala la Legislatura y algo más con un sofisticado sistema de concesiones de prebendas y fueros. Mientras, en plena tercera ola, PSOE, Podemos y ERC se niegan a abrir el Congreso para mantener activa la comisión de Sanidad. Hay suma coherencia en la contradicción. El virus abrasa, los fondos primaverales serán el oxígeno futuro del Gobierno ausente que necesitaba la alarma para gestionarlos.
Salvador Illa no fue nombrado ministro por sus saberes en el terreno de la salud, sino para garantizar una relación fluida entre el Gobierno español y el independentismo catalán. Y esa seguirá siendo su misión como candidato en las elecciones de Cataluña.
El presidente del Gobierno ha anunciado el decreto del estado de alarma como medida excepcional para hacer frente a la crisis del coronavirus.
Beber agua resulta esencial para el buen funcionamiento del organismo, por lo que es muy importante adquirir hábitos de hidratación.