Juan Pablo Colmenarejo | 11 de mayo de 2021
Pedro Sánchez se queda con una carta, la de los fondos europeos, para jugarse lo que queda de legislatura después de una debacle en Madrid, de la que no se da por enterado.
Después de una campaña de hipérbole, los electores colocan a cada uno en el sitio que la realidad siempre guarda, con celo y paciencia. No es la primera vez, tampoco la última. A cada cual según sus errores. De bulto los ha habido. Permanecerán los socavones por mucho tiempo. La huella del 4M no se borra, porque se ha votado en mitad de una crisis no resuelta, con varias ramificaciones. La izquierda en general, el PSOE en particular, no se ha enterado de lo que pasaba ahí fuera. Los lemas y las construcciones virtuales se han hundido al chocar con la realidad, una roca dura de pelar. Como chalupas en un temporal del norte. Los socialistas han dejado el centro, un ideario político inexistente, pero, en cambio, un lugar de confluencia de sectores de la sociedad que en lo esencial siempre alcanzan un acuerdo. Ángel Gabilondo y José Manuel Franco, dos socialdemócratas clásicos de una izquierda nacional aprisionada por el ‘sanchismo’, buscaban el voto de quienes habían huido del PP para refugiarse en Ciudadanos, como antes en UPyD, escisión del PSOE.
A diferencia de Cataluña, el votante del partido de Inés Arrimadas no viene del socialismo. Aun así, la idea inicial era recoger a los náufragos de los errores en Madrid de Ignacio Aguado, quien se dejó llevar por una ambición desmedida. Como decía Mariano Rajoy, «en política solo se deben dar las batallas que sabes que puedes ganar». Gabilondo y Franco son los últimos responsables de lo ocurrido al PSOE en Madrid. El control absoluto que la Moncloa ha ejercido los deja como dos almas en pena sacrificadas para crear una barrera de humo. Sánchez se oculta tras esa cortina como cuando puso una urna detrás de un biombo en el Comité Federal, del que terminó saliendo por una ventana en 2016.
El PSOE de Sánchez ordenó a Gabilondo desde la Moncloa unir sus fuerzas con las de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, sumándose a una imaginaria alerta antifascista que en la calle no daba señales de vida. Las clases medias, que en Madrid son muchas y dispares, ya habían confluido en Isabel Díaz Ayuso. Y los que dudaban lo hicieron al final, tras el cuerpo a cuerpo que Iglesias encabezó contra Vox. Los ciudadanos viven preocupados por la vacuna y su pan. Lo demás es una serie televisiva que sirve para desconectar de lo anterior. Sánchez e Iglesias han gobernado España como si los ciudadanos fueran espectadores de un programa de televisión. Se han equivocado tanto que ya no hay manera de desandar el camino.
El Gobierno no ha querido saber nada del virus desde la segunda ola. Tampoco se le espera en la reducción del paro, agilizando el mercado laboral, facilitando la contratación de los jóvenes y de los damnificados por la pandemia
El presidente del Gobierno cree que el resultado electoral no le afecta: «Estamos a lo importante». No rectifica, ni le interesa, aunque durante la campaña tuvo que pasar a un segundo plano con apariciones alejadas de la calle y a través de aquel plasma que Rajoy utilizó como un refugio temporal y Sánchez ha convertido en vivienda habitual. España se mete en zona de incertidumbre a la espera de 140mil millones de euros, a cambio de una serie de condiciones que el Gobierno disimula. La ayuda europea aliviará sin sanar. España debe pagar la deuda y demostrar a sus socios y acreedores que puede hacer sostenible la devolución de lo prestado a lo largo de los años.
En el segundo semestre del año, con más de la mitad de la población vacunada, la realidad caerá a plomo con el final de los ERTE y el vencimiento de los créditos del ICO. El Gobierno no ha querido saber nada del virus desde la segunda ola. Tampoco se le espera en la reducción del paro, agilizando el mercado laboral, facilitando la contratación de los jóvenes y de los damnificados por la pandemia. Sánchez se queda con una carta (fondos europeos) para jugarse lo que queda de legislatura, después de una debacle en Madrid de la que no se da por enterado.
Isabel Díaz Ayuso ha sido la única que se ha entendido con la gente, alguien que comprende que no se gobierna con mil doscientos asesores, ni en Falcon, ni en los platós de televisión. Sino que únicamente hace falta saber lo que es para una familia que les cierren el bar, el teatro o cualquier otra empresa. Nada más.