Luis Núñez Ladevéze | 12 de abril de 2019
Miquel Iceta se proclama federalista convencido y abre la puerta a una reforma constitucional.
Al finalizar el mes de marzo, el primer secretario del Partido Socialista Catalán, Miguel Iceta, hizo unas declaraciones al diario Berria, muy comentadas, aunque no suficientemente analizadas. Matizó bien sus palabras. No dijo que era “soberanista”, sino que no lo era. Se proclamó federalista convencido, aunque no especificó nada sobre su convicción.
La Constitución española no es federal, sino autonómica, pero no es fácil precisar en qué consiste la diferencia entre los federalismos alemán o norteamericano y las autonomías españolas. ¿Cabría sospechar que sus palabras esconden veladamente una propuesta de reforma constitucional?
Pero lo importante de sus declaraciones es su referencia a que “si el 65% de la población (catalana) quiere la independencia, la democracia deberá encontrar un mecanismo para encauzar eso, pero no en el último penalti, no con el 47%, ni tampoco con el 51%”. “La democracia deberá encontrar el mecanismo” huele a reforma constitucional. Al menos a una modificación del artículo 92. Tal vez una ley orgánica que permita un referéndum consultivo a una comunidad autónoma, acaso previa aceptación de la mayoría absoluta del Congreso y del Senado, o algo similar.
No es fácil precisar la diferencia entre los federalismos alemán o norteamericano y las autonomías españolas
Mi comentario no pretende entrar en temas abiertos a la competencia de los juristas. Busca entender lo que subyace de estrategia política en las declaraciones de Iceta. Algunos las han tildado de error, porque pueden comprometer la campaña electoral del PSOE. Otros han reparado sensatamente en que Iceta no da puntada sin hilo. Es un estratega que no suele diluirse en movimientos tácticos.
El Gobierno socialista, aunque no su presidente, salió rápidamente a desautorizar a Iceta. Esa desautorización sirvió también para tranquilizar a los electores preocupados por la supeditación de la moción de censura de Pedro Sánchez a los designios del independentismo catalán y vasco. En cierto modo, la propuesta de Iceta ha sido un pretexto para que el Gobierno proclame que está fuera de su programa.
Lo importante es que la propuesta prosigue una ruta ya trazada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien debió su puesto de secretario general al voto del PSC. Después, el Parlament elaboró un Estatut a la medida de los deseos de la Generalitat, que pudo contar con el respaldo del Parlamento. No se previó que el nuevo Estatut acabaría en recurso de inconstitucionalidad.
El choque de trenes institucional tiene este origen. El Tribunal Constitucional enmienda un texto aprobado por referéndum en una comunidad autónoma. Técnicamente no debería existir problema alguno, pero sentimental, retórica y anímicamente equivalía a poner en ebullición el caldero de la independencia, como efectivamente ocurrió cuando el honorable Artur Mas decidió echarse al monte cuando Mariano Rajoy se negó a ceder a su chantaje.
Se necesita más respaldo que el apoyo de un 47% de los electores catalanes para romper el cordón umbilical con la monarquía constitucional
Este repaso de la memoria histórica reciente tiene por fin comprender lo que se puede cocer en la vía Iceta del 65%. Iceta no nace de la nada, sucede a José Montilla, un president que no procedió de Convergencia, sino del Pacto del Tinell. Allí estuvo presente Esquerra Republicana. Su referencia al 65% coincide con las actitudes de Oriol Junqueras, el procesado líder que representa la línea moderada del independentismo que pactó con Montilla. Ha aceptado pasar heroicamente por la horma del Supremo. Su sacrificio dice que se debe a que el golpe es fallido por haberse precipitado.
Se necesita más respaldo que el apoyo de un 47% de los electores catalanes para romper el cordón umbilical con la monarquía constitucional. ¿Un 65% sería suficiente? Es cuestión de tiempo, de adoctrinamiento continuado, de pacifismo larvado, de TV3 controlada y de la velada aplicación del Pacto del Tinell en Cataluña.
La propuesta de Iceta coincide fácilmente con la actitud de Esquerra Republicana como para minusvalorarla. Enlaza con la política de Zapatero. Liga con el Pacto del Tinell. Es congruente con la moción de censura. Traza una ruta para la política de Sánchez. Que pueda o no seguirla dependerá del resultado electoral. Sánchez ha encontrado en VOX un socio auxiliar para poder consolidar esta estrategia. Ahora que tanto se habla del voto útil no está de más reparar en que VOX es el voto inútil que necesita Sánchez para emprender la vía Iceta.
Hace algunas semanas escribí un artículo que titulé “Los perdedores ocultos de las elecciones andaluzas”. Iván Redondo, Félix Tezanos y Rosa María Mateo eran los tres causantes de que los socialistas perdieran Andalucía. Me desdigo ahora por haber ceñido mi comentario a las apariencias. Lo de Andalucía puede parecerse al ejemplo perfecto de victoria pírrica. Sánchez se desprende de Susana Díaz. Aúpa al voto inútil para socavar al Partido Popular, el único en condiciones de hacerle frente. Anticipa con precisión el momento electoral bajo un pretexto servido en bandeja en la Plaza de Colón: no ceder al chantaje independentista.
El Gobierno podrá arreglar la sentencia del Supremo mediante un indulto que apacigüe la insurrección catalana y abra el camino a la reforma del artículo 92. Es la vía desinflamatoria para pactar con Junqueras, mientras Carles Puigdemont siga aullando inútilmente en el despeñaperros de Waterloo.
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