Ainhoa Uribe | 12 de noviembre de 2019
Tras los resultados electorales, un pacto entre el Partido Socialista y el Partido Popular parece ser la única opción razonable para garantizar la estabilidad que España necesita.
Los españoles han dado una tímida e insuficiente victoria al Partido Socialista de Pedro Sánchez, que deja un complejo panorama político de negociaciones, muchas de las cuales podrían dar lugar a un monstruo de acuerdo de Gobierno, sin precedentes. Es por ello que, en una situación como esta, un pacto PSOE-PP parece ser la única opción razonable para garantizar la estabilidad socioeconómica y política que España necesita.
Las cuartas elecciones generales celebradas en cuatro años no han disipado las nubes del horizonte. Tras una trepidante noche electoral, con una menor participación electoral (69,94%, frente a 71,76% del 28 de abril) y un temporal meteorológico y político azotando media España, ha ganado el Partido Socialista. Sin embargo, los resultados de las urnas no dejan una mayoría de Gobierno clara. En términos globales, ganan la izquierda y los nacionalistas, lo cual augura un incierto panorama, tanto en clave política como económica.
Los sondeos apuntaban a una cierta vuelta al bipartidismo, pero la realidad no ha sido así, y los españoles, en lugar de optar por el llamado “voto útil” (escogiendo una opción de gobierno, o la menos mala entre las posibles), han reproducido, con matices, los resultados del 28-A. Los grandes cambios se refieren al descenso de Ciudadanos y al éxito de Vox, pero los dos principales partidos que se disputaban el Gobierno de España, PP y PSOE, no han logrado un caladero de votos suficiente como para no necesitar apoyos electorales extras o minoritarios. Por ello, la repetición de elecciones ha sido un fracaso, al no cumplir el objetivo de dar salida a la situación de España.
Volviendo a los datos, los pronósticos no se han cumplido para el Partido Popular. Pablo Casado, aunque mejora posiciones, de 66 escaños crece hasta los 88, absorbiendo a los votantes de Ciudadanos, jugando a la política centrista, no ha sido capaz de reconquistar la herida que le abrió Vox al llevarse al electorado más conservador de su partido.
El otro gran perdedor de la noche es Ciudadanos. Albert Rivera ha perdido la cuarta parte de sus 57 escaños, y se queda con solo 10. Rivera, con su estilo directo y ágil en los debates y su entusiasmo por la renovación política del centro, aspiraba a un liderazgo claro en las filas de la oposición. Sin embargo, el electorado ha castigado su negativa a facilitar el Gobierno de Sánchez, con la consiguiente repetición electoral. Esto ha provocado la impactante dimisión de Rivera, como diputado y como líder de la formación. El hasta ahora presidente de la formación naranja, en un ejercicio de responsabilidad política ha asumido personalmente los malos resultados, al perder cerca de dos millones y medio de votos y 47 escaños.
Ciudadanos se ha desplomado en España y en la Cataluña que lo vio nacer hace más de una década. Un congreso extraordinario decidirá el nuevo rumbo del partido y la estrategia a seguir en los próximos meses, pero lo que está claro es que, tras las elecciones generales del 10 de noviembre, hay mucho que reflexionar, no solo en Ciudadanos, sino en todos los partidos políticos.
Pablo Casado ha sabido rentabilizar ese enfado de los votantes de Ciudadanos, pero no ha podido conquistar al electorado de Vox, fascinado por el discurso más radical y patriótico de Santiago Abascal, cuyo lenguaje y estilo de comunicación populista ha calado entre los votantes.
No en vano, todos los medios coinciden en que Vox ha sido el gran vencedor de la noche, al aumentar de 24 a 52 diputados, multiplicando con creces su bancada, pero, ni con el apoyo de Vox, el Partido Popular podría gobernar.
Los análisis de los resultados electorales de la noche deben ir más allá de los números, las cifras y los porcentajes: España ha votado ya cuatro veces y seguimos sin expectativas de Gobierno. La situación es insostenible, en la medida en que los españoles no han optado por el voto útil, sino por reafirmarse en su voluntad, lo que deja un caleidoscopio de formaciones políticas, cuya suma no perfila acuerdos claros, sino más bien al contrario.
Con estos datos, se dibujan muy difíciles coaliciones: a la izquierda, la suma del PSOE (120), Unidas Podemos (35) y Más País de Íñigo Errejón (3) da 158 escaños, lo que requeriría contar con los nacionalistas vascos y catalanes, para llegar a los 176 de la mayoría absoluta, ya que Ciudadanos no puede ser el partido bisagra que haga de llave al Gobierno del PSOE. Por el centroderecha, tampoco PP, Ciudadanos y Vox sumarían la mayoría absoluta necesaria. Por consiguiente, una coalición “numérica” e incoherente a la izquierda, con muchos y muy variados partidos dentro, se perfilaría como una opción para formar Gobierno, aunque no garantizaría la estabilidad que necesita España.
El acuerdo más razonable sería un pacto PSOE-PP, un acuerdo complicado, que resultaría ser un hito histórico para defender la Constitución, el Estado de derecho y la gobernabilidad, en línea con las grandes coaliciones de centro de países europeos como Alemania o los Países Bajos. El turnismo político entre los dos grandes partidos políticos, PP y PSOE, ha tocado a su fin.
Los españoles nos han dicho en las urnas que quieren que el Gobierno dependa de distintas formaciones políticas Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones
El bipartidismo que marcó la historia política de España entre 1978 y 2015 se ha tornado en un escenario político de divisiones y subdivisiones a un lado y otro del espectro político, en línea con el aumento de la complejidad social de los españoles. Dentro de esa complejidad, es necesario encontrar cauces y vías para la convivencia, ya que, de lo contrario, se debilitará aún más el consenso de la Transición. La democracia es sinónimo de pluralidad y la pluralidad lo es de respeto. Por ello, en el marco del respeto común, PSOE y PP deben trabajar por trazar una hoja de ruta que haga posible la gobernabilidad de España.
Las elecciones han consolidado la fragilidad del Estado. Ahora estamos peor que ayer. La sociedad española está dividida y el independentismo se envalentonará ante esta situación.
La ciudadanía demanda consenso, por lo que aquellos partidos que lideren los acuerdos de Estado serán los más beneficiados