Juan Pablo Colmenarejo | 14 de abril de 2020
El acuerdo del Gobierno con el PP, fundamental para impulsar la salida de la crisis, se presenta como inviable tras los insultos de Adriana Lastra. Hay que negociar cómo se vuelve al trabajo y a la vida cotidiana.
De momento, el anuncio de unos nuevos “Pactos de La Moncloa” es tan solo un producto más, colocado en el mercado para entretener y abastecer el debate en la opinión publicada. Queda a título de inventario. Mientras tanto, España mantiene el primer puesto de fallecidos por millón de habitantes. Cuando en política se llega a un acuerdo es porque antes ha habido una conversación, después una negociación, y finalmente un pacto. Si se empieza por utilizar el objetivo como eslogan de mercado -uno de esos marcos mentales que diseñan los estrategas- es porque no se ha dado ninguno de los pasos, imprescindibles y necesarios en un sistema democrático maduro y consolidado como el nuestro. Si se buscara de verdad, ya estaría hecho.
Por lo tanto, si no hay nada antes, la sospecha crece al ver cómo lo único que se intenta es montar un plan de supervivencia política para seguir como si nada hubiera pasado. Para alcanzar un pacto tiene que haber cesión. Y también un contacto permanente y fluido con el líder de la oposición, como ocurre en Portugal, donde el Gobierno socialista se apoya en el centro derecha para sacar adelante los presupuestos desde la crisis del euro.
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Se trata de ejercer el liderazgo, no de maniobrar para identificar un culpable cuanto antes para salvar la propia posición política. Las reiteradas ocupaciones del espacio televisivo que hace el presidente del Gobierno confirman que ya se prepara a fondo la siguiente pantalla; en la actual no hay más que hacer, salvo dejarse llevar, una vez el acontecimiento ha sobrepasado a quien dice estar dando la respuesta.
¿Qué ha ofrecido el presidente del Gobierno como punto de partida? Nada, ni siquiera un reconocimiento honesto sobre lo que se hizo mal desde el principio. El acuerdo con el PP, fundamental para impulsar la salida de la crisis, se presenta como inviable tras los insultos. Se ocupó de la tarea la portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra, con una intervención que pasa a la historia de esta crisis como un episodio revelador y nada edificante.
Como ha escrito en El PAÍS la portavoz del grupo popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, “no hay campaña contra el PP o la Comunidad de Madrid, lo suficientemente poderosa como para borrar las huellas del 8M”. El discurso de Lastra con fecha 9 de abril destapó demasiado pronto el frasco de la pócima. Otra vez se busca poner en marcha la máquina de todos contra el PP, candidato a culpable de todo lo que ocurre en España desde el hundimiento del Prestige en 2002. Al sanchismo se le escapó demasiado pronto y también a algún portavoz de Vox, que suma al PP a su lista de culpables. El salto de Lastra fue tan desesperado que el propio presidente del Gobierno prometió en su siguiente homilía televisada que no iba a haber más ataques.
El Partido Popular ha gobernado España durante cuatro legislaturas. Sánchez lo recordó después de permitir que su portavoz destrozara cualquier posibilidad de acercamiento al otro partido que ha formado Gobierno. Por supuesto que Pablo Casado debe acudir a la llamada del presidente del Gobierno. Si es posible, para ser informado de sus intenciones y propuestas. Entre la repentina cercanía de Ciudadanos al Gobierno Sánchez-Iglesias y el paso fuera del sistema dado por Vox, queda un espacio entre medias para ir y venir a La Moncloa con ideas de pactos sobre lo que está pasando, no sobre el futuro político del actual Gobierno.
Casado debe saber que se va a quemar en cualquier supuesto. Hay que negociar cómo se vuelve al trabajo y a la vida cotidiana, es decir, se debe pactar cómo equilibrar la seguridad o, lo que es mismo, la salud con la economía. La única manera de averiguar las intenciones de Pedro Sánchez es acudiendo una y otra vez hasta que los hechos demuestren de manera tozuda lo contrario. Como ha dicho, en una entrevista en El Mundo, la ensayista Anne Appelbaum: “Caerán algunos gobiernos, estoy segura… el problema en la respuesta a la pandemia no es la democracia, el problema es la falta de preparación y la falta de anticipación”. Después de este Gobierno, vendrá el siguiente, aunque el sueño de algunos sea quedarse para siempre.
El Gobierno se empeña en posponer los homenajes y el luto oficial por los fallecidos en esta pandemia de coronavirus. Los muertos no encajan en su narrativa.
El comandante no sabe manejar el compás del buque insignia, permanece escondido en la retaguardia y solo está visible para que la pantalla del televisor ofrezca una faz artificialmente maquillada.