David Sarias | 14 de junio de 2019
Examinamos el perfil de uno de los personajes que marcarán el futuro político en Estados Unidos.
Desde que ganara las primarias demócratas de 2018 ante John Crowley, el entonces presidente del grupo parlamentario Demócrata en la Cámara de Representantes, Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) se ha convertido, con razón, en el símbolo de la nueva hornada de legisladores demócratas surgidos al calor y bajo la influencia de la enorme polarización política y cultural desencadenada desde la irrupción de Donald Trump en las primarias Republicanas de 2016.
Más allá de la asombrosa atención mediática que ha generado, merece la pena examinar el perfil de AOC -como le gusta que la llamen, no se sabe si en el espíritu de FDR y JFK, el de CR7 y JLO o, probablemente, de ambos- porque captura con notable precisión las características, contradicciones y opciones de futuro de su Partido. Más aún, dada su edad y perfil, Alexandria Ocasio-Cortez es, sin duda, una seria futurible a la candidatura presidencial del Partido Demócrata. Y ella lo sabe.
En primer lugar, desde la perspectiva ideológica Ocasio-Cortez ha logrado construirse un personaje político que une a dos facciones muy activas y ruidosas dentro del sector ‘identitario’ de las bases del partido desde el ascenso de la nueva izquierda en los años sesenta y la candidatura presidencial de George McGovern en 1972: el feminismo organizado asociado ahora a posiciones como las del movimiento #MeToo y los afro-estadounidenses vehiculados en fechas recientes mediante, por ejemplo, Black Lives Matter. Este último es particularmente revelador de la habilidades políticas de AOC: de ascendencia hispano–puertorriqueña y católica, se las ha arreglado no solo para vincularse con la minoría negra, tradicionalmente distante y a veces enfrentada a la minoría hispana sino también con los judíos por vía de su, dice Alexandria Ocasio-Cortez, herencia hispano-sefardí aunque, nos informa, ella «no practica» el judaísmo.
Menos forzada es su vinculación con la otra facción ideológica dentro del partido: los demócratas socialistas, liderados ahora por Bernie Sanders y en la tradición de Franklin Roosevelt, Lyndon Johnson, los grandes sindicatos como la AFL-CIO y la izquierda tradicional orientada hacia un discurso de clase centrado en el medidas redistributivas y mejoras en el Estado asistencial mediante propuestas como la «sanidad para todos» o la gratuidad de las tasas universitarias.
This is why we advocate for:
– Medicare for All
– Tuition-free public college
– Investing in dignified jobs that build our nation + get us to 100% renewables before it’s too late.These are investments in people, not profits. Corps aren’t incentivized to ensure people’s health.
— Alexandria Ocasio-Cortez (@AOC) March 11, 2019
Y es que Ocasio-Cortez creció políticamente en este sector del partido y continúa, a fecha de hoy, cultivando este discurso radical, tal y como se demostró gráficamente el pasado mes de febrero cuando lideró, ya en posesión del acta parlamentaria, la oposición a que Amazon se instalara en su distrito. AOC decidió recoger las quejas sindicales que demandaban salarios más altos; las del movimiento ecologista preocupado por la polución y las de los residentes más acomodados, concernidos por el incremento de precios e incomodidades previstos por el brusco incremento en 25000 puestos de trabajo. Alexandria Ocasio-Cortez, al final del proceso, pudo también presentarse a sí misma a la manera de San Jorge ante el dragón corporativo y los políticos locales corruptos.
De la misma forma que su mentor Bernie Sanders ofrecía en la elecciones de 2016 el programa económico más próximo al anunciado por Donald Trump, Alexandria Ocasio-Cortez también ofrece ahora notables paralelos con la dinámica del populismo trumpista: si el Presidente ha combinado la defensa retórica de la clase trabajadora blanca con reducciones impositivas que solo favorecen a la clase alta – aunque los efectos a largo plazo sean debatibles – y políticas arancelarias que castigan al consumidor con efectos más que dudosos sobre el empleo; Ocasio-Cortez emplea el lenguaje del populismo de izquierda en defensa de intereses diametralmente opuestos a los electores más vulnerables – los desempleados – en un barrio relativamente humilde de Nueva York.
Ni los paralelos, ni la dinámica de retroalimentación entre la nueva izquierda populista demócrata y el viejo populismo nacionalista del Republicano acaban ahí. El ejemplo más notable del primer fenómeno es la forma y contenido de ‘New Deal Verde’ propuesto por Alexandria Ocasio-Cortez y que persigue liquidar las fuentes de energía fósiles a velocidad exprés y generando empleo y crecimiento. Tal y como la propia Ocasío-Cortez admite libremente, su propuesta no se construye sobre evidencias científicas, más allá de las asociadas, y abundantemente contrastadas, al calentamiento global ni sobre estudios de viabilidad, mucho menos análisis realistas de costes. Su plan es, tal y como ella misma ha admitido reiteradamente y con cierto entusiasmo, el equivalente al muro de Trump que iban a pagar los mexicanos. A saber ‘un ideal al que aspirar.’ O lo que es lo mismo, un mito construido desde la demagogia, la pura fantasía y un eficaz uso de las nuevas tecnologías de información.
No se trata de una revolución en la legislación norteamericana, sino de un perfeccionamiento de leyes anteriores.