Juan Pablo Colmenarejo | 15 de junio de 2021
Los asesores se han hecho fuertes en la política española. Y si hay alguno que sobresale es Iván Redondo. Del PP en Badalona y en Mérida, a la Moncloa con el PSOE de Sánchez, agitando los sentimientos para conseguir los objetivos, que se resumen en uno: llegar al poder para mantenerse al precio que sea necesario.
La política española vive al día con el qué dirán. El manido recurso del relato se ha impuesto a la realidad. ¿A quién le importa? Los asesores se han hecho fuertes en la plaza. La táctica (vuelo corto), frente a la estrategia (largo radio). Importa el cómo se cuente, ni siquiera el qué, poco lo que se haga. Se tantea a la opinión pública con globos al aire que luego se pinchan para meterlos en el saco del nunca más se supo. Se hace prospección a través de las redes sociales y demás herramientas que interfieren en la comunicación habitual con el público, el periodismo y sus medios. El caso del jefe de Gabinete del presidente del Gobierno ilustra. Ofrece una certeza sobre dónde estamos. Un experto en propaganda se ha convertido en el referente de la política en España. A los que saben de comunicación política y han estudiado en serio la materia les sobresalta que incluyan en su gremio a Iván Redondo. Le da lo mismo el bipartidismo que lo contrario, siempre que el viento sople a favor. Lo importante es que el cliente quede satisfecho y corra la voz.
Así, del PP en Badalona y en Mérida a la Moncloa con el PSOE de Sánchez, agitando los sentimientos para conseguir los objetivos, que se resumen en uno: llegar al poder para mantenerse al precio que sea necesario según la circunstancia y el momento sentimental del pueblo al que dirigirse. En lo más alto del escalafón, el gurú del presidente hace y deshace. Acude al Congreso para hablar de seguridad nacional, en la que tiene mando delegado, y pone notas a las intervenciones de los portavoces parlamentarios con aire de superioridad. No deja indiferente ni al observador más técnico. Encabeza un batallón de asesores, el más grande de la historia de la democracia del 78.
La frase no era suya, por supuesto, pero la solemnidad en su pronunciación con pausa y dicción estudiada hicieron el resto: «Un asesor se tira a un barranco por su presidente. Yo me tiro por él. Ahí estaré con él hasta el final». Dicho en la sede de la soberanía nacional. No está nada mal para un todopoderoso asesor que no cita a un clásico literato, filósofo e incluso político, sino que hace suya la escena de una serie (ficción) cuyo guionista no sabrá quién es Iván Redondo. O no, como dijo el que echaron para poder entrar. Redondo demostró su entrega a Sánchez. Qué detalle con quien le abrió la puerta del palacio. Por supuesto que este caso es el cliente más importante de su carrera. Además, le permite un futuro prometedor al haber estado en el corazón de las decisiones de la cuarta economía de la zona euro. La cotización sigue al alza.
Aunque el «barranquismo» es un deporte de aventura, que se practica en los cañones con recorrido muy variado, nada tiene que ver con la expresión metafórica de «tirarse por un barranco», con la que Redondo recrea su imagen de hombre leal, fiel y dispuesto a inmolarse en el precipicio por su líder carismático, que ni siquiera paga la factura porque el asesor de asesores se encuentra en nómina (temporal) del Estado.
Como dicen en Méjico, «vivir fuera del presupuesto es un error». Redondo fabrica imágenes. Si toca hablar de pandemia, resiliencia, si hay que camuflar el rescate de los fondos europeos, reconstrucción, y si se trata de mantener a flote el Gobierno con los 13 votos de ERC, el indulto a Oriol Junqueras implica un reencuentro. Como dijo Zapatero «Las palabras están al servicio de la política». Justificó su apoyo al nuevo Estatuto de Cataluña: «Nación es un concepto discutido y discutible». Algún exasesorado por Redondo recuerda sus aciertos para llegar al objetivo, pero sus dificultades para mantenerse en el mismo. Cuando yerra, ya no deja de hacerlo.
Javier Benegas, editor jefe de Disidentia, explica con detalle los vicios en que han caído la comunicación política y el debate público, enmarañados en la imposición de dogmas y en la conchabanza: «El goteo de periodistas o articulistas que acaban de una forma u otra en la nómina de los partidos es de por sí bastante revelador».
España se quedó sin política hace cuatro años. Da lo mismo una idea que su contraria y por eso triunfan profesionales como Iván Redondo.