Aquilino Cayuela | 15 de agosto de 2021
Quien tenga una mínima conciencia de hacia dónde avanzara Europa, en medio de esta ideología generista, amplificada a través de ministerios de propaganda e instituciones europeas, debe alzarse e impedir la colonización de la intimidad que pretenden en nuestras familias, hijos y nietos, jóvenes y niños.
Quienes, en la década de los 90, estábamos convencidos y creímos haber superado las ideologías estamos viviendo de nuevo tiempos inquietantes y lanzados a una regresión totalitaria e incierta.
Quien participe de una conciencia post-ideológica está impelido a combatir, a luchar con todas sus fuerzas, a sabiendas que nuestra lucha no es “contra la carne ni la sangre” sino contra esos espíritus del mal, las ideologías: «contra sus principados, potestades y contra los dominadores de este mundo tenebroso», como advertía San Pablo a los primeros cristianos (Ef 6, 12).
Saquemos lo mejor de nosotros para superar estos tiempos inciertos
Por eso es una lucha de la palabra y la inteligencia frente a fuerzas aparentemente imbatibles. Hemos de combatir porque ahora no se trata solo de ideas, ni de posiciones (derecha o izquierda), ni si quiera de la patria de uno o de su tierra, o su libertad, sino de su misma familia, su descendencia, sus hijos y nietos, y la conciencia y libertad de los nuestros. Se trata de nuestros bienes, nuestros valores, nuestra intimidad, nuestra tradición y, más globalmente, nuestra misma identidad, que a través del generismo y sus leyes regresivas nos pretenden arrebatar a todos, con la complicidad de la Unión Europea y algunos partidos políticos que impulsan sus políticas e imponen sus violentas leyes.
Por consiguiente, quienes vemos la amenaza debemos seguir adelante (y hasta el final) con las armas de la inteligencia y con las letras del buen sentido para impedir que se merme nuestra cultura y nuestra civilización bajo unas ridículas «perspectivas hermenéuticas» cargadas de irracionalidad, cientificismo y corrupción.
Quien tenga una mínima conciencia de hacia dónde avanzara Europa, en medio de esta ideología generista, amplificada a través de ministerios de propaganda e instituciones europeas, debe alzarse e impedir la colonización de la intimidad que pretenden en nuestras familias, hijos y nietos, jóvenes y niños.
¡Lucharemos! y, parafraseando a Churchill (cuando percibió como nadie en Europa la amenaza de Hitler y su Reich transnacional):
«Lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y fuerza … defenderemos nuestra cultura, nuestra familia, nuestra tradición, nuestros bienes y valores… cualquiera que sea el coste, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!»
Sí. Lucharemos con toda nuestra capacidad a sabiendas, que, si somos derrotados por la ideología generista, como por cualquier otra, todo aquello que hemos conocido como bueno y todo lo que nos ha importado «se hundirá en el abismo de una nueva era oscura, aún más siniestra y tal vez más prolongada gracias a las luces de una ciencia pervertida», como es la ideología de género.
Saquemos pues lo mejor de nosotros para superar estos tiempos inciertos y para que nuestra descendencia (hoy tan amenazada) pueda decir dentro de muy poco: «ésa fue su mejor hora».
Para quienes somos europeístas y creemos en una Europa basada en la identidad y la unidad fuerte, próspera y en paz hay que despertar del despotismo blando demo liberal y de su sueño:
Los generistas (como hicieron social-comunistas, nacional-socialistas, fascistas y demás ideologos) para dominar Europa, y el mundo, se ampararon en la defensa de ciertos «derechos» para unas minorías victimizadas (en su día fueron los proletarios, o los arios, o «il popolo» de Italia) desde las que buscaron un enemigo absoluto (el burgués, el judío, el apátrida) y lanzaron leyes represivas para penalizar toda disidencia: El principio de todo totalitarismo es cuando alguien (un pequeño sector o un partido) determina «lo que es odio y lo que no lo es», «lo que debe estar penalizado y lo que no”, «la vida que vale la pena ser vivida y la que no» y, así, se atribuyen la potestad de imponer sus intereses neutralizando toda disconformidad, bajo represión penal y propaganda, bajo «supuestos delitos de odio». La ideología es un crupier tramposo, con las cartas marcadas.
Aún no es tarde. En Europa hay ya toda una respuesta creciente ante el generismo ideológico: Polonia, Hungría, Letonia, Bulgaria, Rumania o Eslovaquia van abriendo espacios de libertad y protección. Una conciencia que creciente que, en España, en Francia, en Italia, en Alemania avanza.
Orban y su gobierno han dado un gran ejemplo de libertad y democracia a todos frente a esta imposición ideológica transnacional, ofreciendo un referéndum a su población: “¿Apoyaría usted que se impartan sesiones de orientación sexual a los menores de edad en los centros educativos públicos sin el consentimiento de los padres?; ¿apoyaría usted la promoción del tratamiento de cambio de sexo en menores de edad?; ¿apoyaría la exposición sin restricciones de los menores a los contenidos de los medios de comunicación de carácter sexual que afectan a su desarrollo?
En Europa hay ya toda una respuesta creciente ante el generismo ideológico: Polonia, Hungría, Letonia, Bulgaria, Rumania o Eslovaquia van abriendo espacios de libertad y protección
Estas preguntas sensatas y naturales desenmascaran la imposición ideológica generista. Nadie des-ideologizado y con buen sentido puede desear que a los niños: a sus hijos, a sus nietos, a todos les impongan POR LEY un adoctrinamiento de su intimidad llevado a cabo por activistas -o secciones de asalto- al margen del consentimiento, acuerdo y supervisión legitima de sus padres y tutores, incluso en contra. No queremos un futuro de regresión ideológica, no queremos nuevas juventudes hitlerianas (aun refractadas en múltiples colores).
Al menos:
– ¡Yo NO!
Por nuestros hijos y nuestros nietos: lucharemos en los mares y en los océanos.
La vieja lucha de clases se transfigura en arco iris de lucha de géneros y su única razón es imponer leyes y pautas que, a través de la coerción legal y la penalización, obliguen a todos a callar y no disentir de su corrupto argumentario.
Si en el comunismo el opresor era la burguesía y en el nacionalsocialismo era la conspiración judía; ahora el opresor es el machismo y el hombre heterosexual.