Rafael Fayos | 16 de enero de 2020
Hemos renunciado a la libertad por el esfuerzo que supone. Ser libre es un derecho sustentado por una serie de valores que debemos vivir y obligaciones que hemos de cumplir.
Uno de los rasgos característicos de la llamada sociedad del bienestar es la renuncia a la libertad. Y parecería que no es así. Pero hay un signo evidente que confirma esa intuición. La indiferencia ante cualquier cuestión que no ataque ese “bienestar” o “zona de confort”, en la que estamos instalados. Invitaba Cristina López Schlichting desde COPE a una movilización social: “Es hora de decir que esto no podemos tolerarlo”. Sin embargo, pocos o muy pocos saldrán a la calle para manifestarse en contra de las alianzas de Pedro Sánchez con independentistas y con populistas de talante marxista.
Tuiteaba Rosa Díez hace unos días comparando el silencio de los militantes del PSOE ante el Gobierno sanchista con los alemanes que se ponían de perfil ante las atrocidades nazis. Nadie del partido del puño y la rosa osará oponerse al maquiavélico príncipe que hoy dirige su formación política y la nación española. Podríamos seguir citando palabras de políticos, periodistas e incluso algún obispo que, escandalizados ante la gravedad de la situación que se deriva de la elección de Pedro Sánchez como presidente, llaman a la acción y a la oración. Pero todos sabemos que poco o nulo eco tendrán sus palabras.
Los del PSOE q callan ante lo que está haciendo Sánchez(desde el primero hasta el último de sus afiliados) se asemejan a los alemanes q fingían no oler ni ver el humo que salía de los campos de exterminio. Todos son culpables de la quiebra de la libertad y la igualdad.
— Rosa Díez (@rosadiezglez) December 31, 2019
La sociedad occidental en muchos aspectos está narcotizada y es realmente complicado romper con la inercia de indiferencia y pasotismo que la caracteriza. Rafael Sánchez Saus, director del Congreso Católicos y Vida Pública, que en su última edición abordó el tema de la libertad de educación, comentaba: “Lo más preocupante es la falta de aprecio por la libertad de Educación por parte de la sociedad en general” y añadía “no existe una preocupación por que el Estado se haya convertido en el titular del derecho a la Educación”. Hemos renunciado, casi sin darnos cuenta, a nuestros derechos y libertades en favor del Estado a cambio de un “bienestar hedonista y placentero”, pues es más cómodo -y se lo dice un padre de familia numerosa (especial)- que el Gobierno te eduque a los niños que asumir la responsabilidad de hacerlo tú.
En cierta ocasión leí que la amenaza totalitaria no empieza únicamente desde el lado del Estado. Solamente es posible cuando el otro polo, es decir, la persona y la sociedad configurada por estas, se debilita y cede. Y esto es lo que está sucediendo, y no solo en el ámbito de la educación, en muchos órdenes y niveles en España y parte de Occidente. Hemos renunciado a la libertad por el esfuerzo que esta supone. Digámoslo claramente, ataca nuestra zona de confort. Por ello, hay recordar que ser libre es, ante todo, un derecho sustentado por una serie de valores que debemos vivir y obligaciones que cumplir. Lo demás es capricho, es decir, conversión de deseos en derechos, como en cierta ocasión escribí, o pura arbitrariedad.
La libertad es una conquista, pero no únicamente desde un punto de vista político y social. Ante todo, la libertad es una conquista personal. Y la segunda precede necesariamente a la primera, pues solo hombres libres pueden construir sociedades libres. A esto es a lo que hemos renunciado.
Cada derecho está sustentado por una virtud o un valor. El derecho a la elección de trabajo se sostiene en la honradez, laboriosidad y entrega a la tarea profesional por la que uno ha optado como servicio a la sociedad. El derecho a la educación presupone el aprovechamiento de los medios que el Estado pone al servicio de los estudiantes. El derecho a votar libremente exige la implicación e interés por el bien común, que no coincide muchas veces con intereses personales. El derecho a casarte libremente con quien quieras se rige por el respeto mutuo, la fidelidad y asumir cuanto implica una vida en común.
Todos los derechos previamente mentados exigen de nosotros la práctica de una virtud, la aspiración a unos valores, el anhelo y la búsqueda de un ideal. Solo así es posible la libertad. Pero esto es precisamente lo que se viene debilitando desde hace décadas en nuestras libertinas y hedonistas sociedades de consumo. Aunque suena a tópico, hemos intercambiado el ser (libres) por el tener (dinero).
Lo más preocupante es la falta de aprecio por la libertad de Educación por parte de la sociedad en generalRafael Sánchez Saus, director del Congreso Católicos y Vida Pública
Urge, pues, hoy más que nunca, dado el talante totalitario e intransigente que parece tendrá el Gobierno los próximos meses, años o lo que vaya a durar, recuperar la libertad personal para poder afrontar la defensa de la libertad en lo político y lo social.
La democracia es la más exigente, y por lo mismo, la más amenazada de todas las formas de ordenación política. Y lo es porque se configura en torno a la libertad, que es un reto que se puede afrontar o rehuir. Tenemos en la reciente historia de Occidente el ejemplo de pueblos que, más o menos conscientemente, renunciaron a la libertad cayendo bajo la fuerza de un Estado totalitario. Ojalá nosotros seamos ejemplo de lo contrario.
La investidura de Pedro Sánchez ha sido una victoria del separatismo catalán y vasco en cualquiera de sus versiones, incluida la de los legatarios de ETA.
Durante los primeros pasos de la Transición fue necesario un importante ejercicio de generosidad democrática de los dirigentes del PSOE «histórico».