Ana Velasco Vidal-Abarca | 17 de mayo de 2019
Un individuo que ha dedicado su vida entera a destruir las vidas de los demás
Han detenido a Josu Ternera, un asesino, un criminal que llevaba huido desde el año 2002, un individuo que ha dedicado su vida entera a destruir las vidas de los demás. Un monstruo.
Ocho años de cárcel en Francia y cuatro causas judiciales pendientes en España. Eso es lo que dicen que le espera. Ocho años de cárcel por una vida entera dedicada a matar. Ocho años que llegan tarde, muy tarde, cuando ya la propaganda blanqueadora del terror se ha apoderado de la historia. Ocho años que serán muchos menos y que sus tantos cómplices emplearán para mitificarlo. Ya lo están haciendo. Ya están reclamando para el monstruo la consideración de artífice de la paz.
Los que facilitaron que durante años ese criminal estuviese libre dicen que nos tenemos que alegrar de una detención que no sabemos cómo acabará
Porque ahora la historia políticamente correcta, la que nadie debe refutar, es que los terroristas son buenos. Son buenos porque han decidido dejar de matar, porque han querido dejar de ser terroristas. ¿Qué importa lo que hicieran antes? ¿Qué importan las vidas truncadas que dejaron atrás? Alguien ha decidido que el pasado no debe condicionar ni el presente ni el futuro. Y en todo caso, ha servido para mucho, al menos a ellos que han logrado imponer en su feudo una hegemonía absoluta del separatismo. Y por eso, su gran familia nacionalista siempre les estará agradecida. Y por eso, el Gobierno vasco exige cambios en la política penitenciaria y reclama insistentemente la competencia de prisiones. Porque quiere dar a los asesinos la libertad y el olvido.
Y por eso, Josu Ternera, ese criminal perverso, que ordenó y ejecutó tantas masacres, que atacó a España y a los españoles con un odio infinito, debería pasar el resto de su existencia en la cárcel, pero no lo hará. Buscarán un motivo, posiblemente la enfermedad, para darle la libertad lo antes posible, y los suyos lo jalearán como han hecho en cientos de ocasiones con otros tantos terroristas al salir de prisión. Y este país se comportará con indignidad porque lo permitirá.
Ese criminal perverso, que ordenó y ejecutó tantas masacres, que atacó a España y a los españoles con un odio infinito, debería pasar el resto de su existencia en la cárcel, pero no lo hará
Y ahora, los que facilitaron que durante años ese criminal estuviese libre, aun sabiendo donde estaba y lo que hacía, porque era su interlocutor, dicen que nos tenemos que alegrar de una detención que no sabemos cómo acabará. Hace tanto tiempo que nos mienten, nos ocultan, nos traicionan. Han traspasado tantas veces las líneas de la ética, incluso de la ley, han despreciado tantas veces el derecho a la justicia de las víctimas que resulta muy difícil confiar. ¿Cómo confiar cuando la justicia llega tarde, si es que llega, y cuando está en marcha un proceso acelerado de excarcelación de terroristas? ¿Cómo no temer que esta detención no sea el primer paso para, tras los trámites de rigor, reintegrar en la sociedad a un criminal implacable? Los precedentes son más que inquietantes.
Y la abnegada labor de la Guardia Civil, su operación “Infancia robada” en memoria de los niños que ese miserable asesinó en la Casa Cuartel de Zaragoza, ¿en qué quedará? ¿De qué servirán los esfuerzos y sacrificios de nuestras fuerzas de seguridad?
Hace tiempo que tenemos que soportar la constante presencia pública de un miserable que dirige ese partido político que se legalizó in extremis como contrapartida en una negociación claudicante, una negociación en la que participó el ahora detenido y que impidió la derrota política y real de ETA, la que nos merecíamos los españoles. Quizás en poco tiempo nos encontremos con otro “hombre de paz” en libertad, con sus huestes rindiéndole pleitesía reverencial y puede que ocupando un puesto institucional como cuando presidió la Comisión de Derechos Humanos del Gobierno vasco cuando ya era un asesino confeso. ¿Quién puede garantizar que no ocurrirá así?
La disidencia de ETA, partidaria de la campaña terrorista, se sitúa en lo más extremo del nacionalismo revolucionario.