Rafael Ayala | 21 de enero de 2021
La mejor rendición de cuentas de un Gobierno, entre ola y ola del virus, sería cumplir con la transparencia, organizar los datos y abrir la gestión a expertos académicos y no académicos.
El Gobierno de Pedro Sánchez siempre sorprende. Actualiza relatos e inventa campañas con gran facilidad. Hay que reconocer su creatividad constante. Más o menos, esto es lo que ha sucedido con la «autorrendición» de cuentas que se marcó a finales de año. Una evaluación de su gestión basada más en el agitprop que en el método. Una muesca más hacia la desafección de la ciudadanía.
Situemos que la rendición de cuentas no es un concepto muy asentando en la cultura política española, ni en los ciudadanos. Proponerla es un avance, claramente. Eso es indiscutible, otra cosa es el cómo. Este mecanismo es una consecuencia del control social que aúna la evaluación de la gestión de gobierno junto con la información (datos) y las explicaciones coherentes sobre si se han cumplido las previsiones y promesas originarias del Gobierno o del mandato en cuestión.
En lo cotidiano, la rendición de cuentas nos suena a tribunal de cuentas y sus informes o al cumplimiento de procedimientos y obligaciones de naturaleza legal. Pero la rendición de cuentas va más allá. Está enfocada a los resultados de la labor de gobierno con todas sus aristas: eficiencia, eficacia, impacto.
Política, es lo que te permite llevar una propuesta al BOE tras conseguir los apoyos necesarios. Gobernar, es conseguir que aquello q figura en el BOE, sea llevado a la realidad. Evaluar, es ver los efectos causados en la realidad y compáralo con los pretendidos.
— jordi sevilla segura (@sevillajordi) December 30, 2020
Lo que vimos el día 28 de diciembre, fácticamente, fue una rendición de cuentas que duró 3 sesiones de hora y media (Marta García Aller lo escribe en El Confidencial) para analizar los 1.238 compromisos de gobierno. Y parte de un señuelo: el objeto es el plan de gobierno de coalición y el discurso de investidura, pero ¿dónde queda la gestión de la pandemia, la cogobernanza y las microcrisis colaterales durante el último año? Eso no se estudia por el comité, o el funcionamiento del SEPE o la compra pública adosada a la pandemia.
Así, nos encontramos con un acto unilateral, con un monólogo de expertos, aislado y sin que colaboren otras instancias. La ciudadanía ni está ni se la espera, no ha podido intervenir. No hay conversación con nadie, solo del Gobierno hacia los nueve designados por el mismo Gobierno. Un informe ideado por Moncloa y para Moncloa, ya que se urdió y ejecutó desde el mismo Departamento de Planificación y Seguimiento de la Actividad Gubernamental del Gabinete de la Presidencia del Gobierno.
La música de rendir cuentas suena bien, pero no hay letra
Además, una rendición de cuentas parte de una transparencia efectiva, que actualmente no se da por el Gobierno de Pedro Sánchez: incumplimientos, retrasos en el acceso a la información, litigios constantes con el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno…
Es un modelo fake, porque parte de un engaño venial: el pacto de gobierno, pero se olvida de otros compromisos que inciden en la actualidad. Todo lo dicho por el presidente en campaña y precampaña electoral que esta incumpliendo o va camino de incumplir. Y la propia pandemia, que condiciona la gestión de gobierno sí o sí y que aquí se olvida, salvo para explicar lo que no ha podido cumplir.
Es un juego con las cartas marcadas. Objeto: el pacto de gobierno, comité de diseño y artificio metodológico como acompañante
Del comité podríamos objetar: primero, el sesgo de la elección, son todos profesores universitarios (de reconocido prestigio). La rendición de cuentas es gestión, no creo que la mayoría de ellos se haya acercado a la gestión académica ni en sus universidades públicas (en la prensa se recalca esa condición) ni en otra Administración pública. De la teoría a la práctica va un trecho y, ya que lo conforman varios, se podría haber apostado por maridar la academia y los profesionales con experiencia en rendición de cuentas o incluso antiguos gestores de gobierno que la hubieran realizado.
En cuanto a la metodología, podríamos decir que sería aceptable en general para condiciones normales. Si nos centramos en un pacto de gobierno que, tras la pandemia, ya no vale y que la crisis de la COVID-19 condiciona toda la acción gubernamental desde marzo de 2020, los presupuestos y las conclusiones deberían ser diferentes. Habrá que resetear el punto de partida, porque el año gubernamental de 2020 es la opacidad, la limitación de poderes del Estado y la comunicación engañosa en muchas ocasiones. Ingredientes que inhabilitan un ejercicio honesto de rendición de cuentas.
La evaluación de la gestión por los expertos solo se institucionalizará si la oposición la ve útil y no queda en mera propaganda del Gobierno @daniInnerarity a @inigoalfonso en @LasMananas_rne
— Francisco Longo (@francisco_longo) December 29, 2020
La propuesta podría haber sido diferente. En vez de los cantos de sirena y cierto adanismo del informe, el control y la rendición de cuentas de un pacto de gobierno o de una gestión de gobierno debería realizarse a través de organismos que ya están evaluando y con trayectoria y que manejan información solvente -un ejemplo sería la AIREF-, o bien a través de órganos mixtos de naturaleza política-técnica, con la colaboración de expertos independientes de la academia, por supuesto, y del mundo profesional.
La mejor rendición de cuentas de un Gobierno, entre ola y ola del virus, sería cumplir con la transparencia, organizar los datos (desde la ética del dato) y abrir la gestión a expertos académicos y no académicos. Siguiendo recomendaciones de la comunidad científica (Lancet por ejemplo) y la de la sociedad civil. Una rendición para todos y para todas, que integre lo que el Gobierno propuso en su investidura y lo que ha sido capaz de hacer en unas circunstancias extremas.
Necesitamos que surjan auténticos Centros de Empleo de barrio, competitivos, privados, interesados en casar ofertas y demandas de trabajo.
En su afán de trabajar con transparencia, el Gobierno ha conseguido que sus expertos sean etéreos. No conocemos su voz, sus caras, ni tampoco su currículum.
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