Juan Milián Querol | 22 de julio de 2020
Europa no ha olvidado las lecciones de 2008. No es el caso de España, donde el socialismo ha tropezado con las mismas piedras: negación de la realidad, oposición a las reformas y máxima autocomplacencia.
La Unión Europea volvía a estar en la encrucijada, pero la respuesta ha sido, esta vez, más rápida y audaz. Las lecciones de 2008 no han sido olvidadas. Entonces el continente sufrió el ascenso de los populismos. No pocos sentían que las elites, cada vez más distantes, despreciaban sus problemas y sus angustias. La moneda común pudo desaparecer y se generó una espiral de desconfianza y resentimiento entre los países del norte y del sur que aún hoy persiste en discursos y tuits.
Mal que bien, se fueron superando las peores reacciones políticas. Alguna sigue ahí, renqueante, como el proceso secesionista catalán, aunque solo el brexit se consumó, dejando a la sociedad británica más divida y a los europeístas estupefactos. También han aprendido de la experiencia algunos países que fueron rescatados, como Grecia y Portugal. Ambos, con Gobiernos de diferentes colores, han respondido ahora con agilidad y pragmatismo a la pandemia del coronavirus. No es nuestro caso. La respuesta del socialismo español ha tropezado con las mismas piedras que entonces: negación de la realidad, oposición a las reformas y máxima autocomplacencia. Con José Luis Rodríguez Zapatero estábamos en la Champions League económica y, con Pedro Sánchez, en la gama alta de éxito sanitario. Dos trolas que nos cobraron y nos cobrarán con intereses.
En el cruce de caminos actual, Europa también corría no pocos peligros existenciales. Sensibles a la desorientación ciudadana, las editoriales se han apresurado a publicar ensayos sobre el mundo pospandémico. Como era de esperar, la falta de perspectiva conduce a algunos intelectuales, como Slavoj Zizek, a aplicar sus prejuicios de siempre a las circunstancias cambiantes. La solución sería el comunismo y el ecologismo, nos dice, obviando que la propia pandemia tiene un origen comunista y que la historia, desde Chernóbil al mar de Aral, demuestra la incompatibilidad de estas dos ideologías.
No obstante, vale la pena acercarse al reciente y breve ensayo de uno de los politólogos actuales más sugerentes, Ivan Krastev. Si interesantes son sus anteriores obras, Europa después de Europa y La luz que se apaga, no lo es menos su ¿Ya es mañana? Cómo la pandemia cambiará el mundo. El pensador búlgaro traiciona el subtítulo de su obra, consciente de la imposibilidad de predecir el futuro, pero hilvana toda una serie de paradojas que deberíamos tener en cuenta a la hora de tomar decisiones políticas.
Los europeos no tardarán en comprender que el único amparo posible es el tipo de proteccionismo que les garantizaba una asociación con el resto de continenteIvan Krastey, politólogo
Uno de los factores clave para superar esta crisis es la confianza social en las instituciones. Así pues, aquellos Gobiernos que favorecían la polarización social, por mero interés electoral, estarían socavando, a su vez, la eficacia de sus propias políticas y, por lo tanto, su futuro en las urnas. Si Krastev mirara hacia España, encontraría varios ejemplos. Por un lado, una Generalitat de Cataluña que exige obediencia ciudadana, después de años de promover la desobediencia institucional. Por otro, un Gobierno de Sánchez que exigía unos nuevos Pactos de la Moncloa, a la vez que seguía insultado y desoyendo a la oposición.
Y no solo las formas son importantes. «La calidad de la burocracia es mucho más decisiva que el tamaño del presupuesto o incluso el gasto en sanidad», apunta nuestro autor. Tampoco hay que ir muy lejos para comprobarlo, ya que lo sufrimos con algunas irracionalidades del modelo autonómico. Una vez más. Por un lado, un Ministerio de Sanidad que fue incapaz de garantizar el suministro de equipos de protección. Por otro, un govern de Torra que prefirió ser un obstáculo, vetando la desinfección de residencias o el establecimiento de hospitales de campaña. Son problemas, en fin, que no se solucionan con más dinero.
Otra paradoja: en un proceso de desglobalización, con la confrontación entre China y Estados Unidos, la integración de la Unión Europea podría verse reforzada. «Los europeos no tardarán en comprender que el único amparo posible es el tipo de proteccionismo que les garantizaba una asociación con el resto de continente», señala Krastev. Quizá Holanda debería tomar nota, igual que muchos jóvenes. Si, en el debate sobre el cambio climático, las nuevas generaciones criticaban a las anteriores, ahora cambian las tornas. Son los más vulnerables los que sufren la irresponsabilidad de aquellos que, con sus fiestas y botellones, alimentan los rebrotes. En todo caso, volverán a ser los jóvenes los que más sufran una crisis económica que no ha hecho más que empezar.
En definitiva, la pandemia pone en evidencia la importancia de tener una mejor política. Pero aquí Krastev introduce otra paradoja. A corto plazo, los Gobiernos competentes se han reforzado, porque sentíamos miedo. Miedo a morir, miedo a perder personas queridas. Y se estaba dispuesto a sacrificar libertades a cambio de seguridad. Sin embargo, a medida que el problema no sea el coronavirus sino el desempleo y la pobreza, el miedo mutará en ansiedad. Y la ansiedad se convertirá en ira.
En España, paradoja de paradojas, el Gobierno se ha mostrado incompetente, a la vez que era el primero en alimentar el discurso de la confrontación contra el resto de instituciones, poderes y partidos. Incluso lo predica de la manera más inoportuna. «Nunca he querido pactar con el Partido Popular», proclamó ufano Pedro Sánchez a la prensa internacional en vísperas de unas negociaciones europeas sobre el Plan de Recuperación que ha liderado, precisamente, el Partido Popular Europeo, y que solo había sido puesto en cuestión por el Gobierno liberal de Holanda y los izquierdistas de Dinamarca, Suecia y Finlandia. Otra paradoja, en fin, que explica la letra pequeña de un acuerdo felizmente alcanzado.
España no registra una burbuja inmobiliaria como la de 2008, de modo que el ajuste será más moderado pero inevitable, ya que el problema es la grave crisis económica que afronta el país.
La elección de Nadia Calviño como presidenta del Eurogrupo podría poner a Pablo Iglesias en una encrucijada: tragar con las condiciones del rescate, con la consiguiente traición a su ideario, o romper su coalición con el PSOE.
La preocupación por los mayores y los más vulnerables durante estos meses parece corroborar que somos más conscientes de la fragilidad de la existencia. Son muchos los que se muestran agradecidos a la vida.