Javier Redondo | 24 de abril de 2019
Casado y Rivera difuminan la aureola presidencial de Sánchez y comienza una nueva campaña de tres días.
Sin pisar a fondo el acelerador, Pablo Casado tocó la corneta y Albert Rivera apretó un poco más que el lunes y rejoneó a Pedro Sánchez con ironía y sin piedad, a veces en exceso. Por su parte, Sánchez, en ocasiones acorralado, fingía, bien una carcajada, bien hastío y empalago. Sánchez invocó a VOX con más insistencia que 24 horas antes. Confirmó sospechas: la ausencia de la formación de Santiago Abascal desubicó al presidente del Gobierno.
El gran logro de Casado y Rivera fue difuminar la aureola presidencial que Sánchez mostró en la televisión pública
Tras el debate decisivo -más dinámico y florido que el anterior-, comienza otra campaña, concentrada, de apenas tres días, en los que se exprimirán las debilidades mostradas por cada adversario. El gran logro de Casado y Rivera fue difuminar la aureola presidencial que Sánchez mostró en la televisión pública. Casado mantuvo el guion, basado en reivindicar la hoja de servicios del PP en materia de gestión económica, pero trufando también sus explicaciones con severos mordiscos a Sánchez. Casado sacó su orgullo herido cuando se habló de mujeres y de violencia contra ellas; le afeó que tratara de patrimonializar la representación de las mujeres.
A su ritmo, átono y conciliador, Pablo Iglesias, que fue el único que no interrumpió a nadie, trató de acercarse a Sánchez para arañarle algunos votos. Por momentos ejerció de su lugarteniente. Dio por hecha la coalición -y de paso su papel secundario- y dejó claro que sin Unidas Podemos Sánchez es mucho menos socialista de lo que presume ser. Iglesias, que no hace tanto presumía de agitar las conciencias y también la calle a base de soflamas, solicitó moderación al resto de líderes.
Todos se repitieron, pero Sánchez tuvo menos oportunidades de colocar y regresar al eje de su discurso: la justicia social y la lucha contra la desigualdad.
Rivera, crecido, mostró otra foto con marco, esta vez de la denominada “cena de la vergüenza” entre Idoia Mendia, líder del Partido Socialista de Euskadi, y Arnaldo Otegi las pasadas Navidades (asistieron también Andoni Ortuzar -PNV- y Lander Martínez -Podemos-). Rivera estuvo soberbio en su minuto de oro: retrató a la España media al repasar su trayectoria vital y la de su familia.
Rivera refleja el giro que dio ayer la campaña tras el debate decisivo y cunde la sensación de que va equilibrando su cuenta de resultados entre pérdidas y dividendos por la izquierda. Ha identificado claramente y, por si no le creyeron, a su adversario: es Sánchez. Cobra sentido su arriesgada apuesta inicial de negar su apoyo a la investidura de Sánchez, que durante el achique de agua quedó a merced de los salvavidas que le lanzó Iglesias.
Casado y Rivera pudieron librarse de los corsés y clichés sobre las “tres derechas” con los que Sánchez ha trenzado su argumentario
Los medios hablarán estos días mucho menos del hipotético pacto poselectoral entre Sánchez y Rivera, sus diferencias van más allá de la puesta en escena; lo cual prueba suficientemente que empieza otra campaña y nos adentramos en terreno desconocido; o mejor, en terreno que se ha preferido desconocer: Sánchez gobernaría, si puede, únicamente con Podemos; y si no llega, con el apoyo parlamentario de nacionalistas vascos, catalanes y Bildu. Asimismo, Sánchez no verbalizó que no quiere nombrar ministro a Iglesias e Iglesias -que hizo sobrados méritos para conseguirlo- no reconoció que no condicionará su apoyo a la obtención de un ministerio para él.
Casado, líder del partido hasta ahora más votado de España, hace mal en hablar de “remontada”, como sostiene el redactor jefe de Eldebatedehoy.es, David Vicente Casado, porque permite solidificar un imaginario líquido: como si Sánchez fuese presidente por haber ganado unas elecciones. Por otra parte, puede que buena parte de los votantes de VOX ya estén plenamente convencidos, pero su ausencia del debate benefició a Casado y Rivera, otra razón por la que comienza otra campaña. Ambos pudieron librarse de los corsés y clichés sobre las “tres derechas” con los que Sánchez ha trenzado su argumentario.
El debate decisivo mostró que, si suman, gobernarán en coalición y, si lo requieren, no escatimarán el apoyo parlamentario de VOX porque, como expresaron, de lo que se trata es de librar a España del chantaje nacionalista. La impresión que tienen en los centros de operaciones de los partidos es que, tras el debate decisivo, el mensaje del “miedo a las tres derechas” ha perdido fuelle en la recta final de la campaña, por eso también se resetea estos tres días.
Los cuatro líderes no mostraron todo su potencial y midieron sus fuerzas a la espera del segundo debate.
Ningún partido se atreve a introducir mecanismos para hacer el gasto público más eficiente y sensato.