Juan Pablo Colmenarejo | 25 de mayo de 2021
El futuro ya esta aquí. Los problemas no vendrán, sino que se hallan bien anclados hasta el tuétano. España en 02050 seguirá pagando la deuda contraída en estos meses para engordar el agujero bajo custodia, menos mal, del Banco Central Europeo.
Subraya y enfatiza el exministro Jordi Sevilla, a propósito del plan España 02050: «Los autores dicen que pensar en el futuro es tarea del Estado, no del Gobierno. Por eso adoptan una perspectiva apartidista. Entonces, ¿por qué lo hacen desde presidencia del Gobierno y lo presenta el presidente después del anuncio en prensa de su jefe de Gabinete?». Fin de la cita @sevillajordi en la red social Twitter, en la que participa con frecuencia compartiendo sus opiniones para todos los gustos. El plan España 02050 -el 0 delante es a propósito y no una errata en la rotulación para el evento que asemeja la cifra a numero premiado en el sorteo de la Lotería Nacional– se lo merendó Iván Redondo con una página entera en El País del lunes 17 de mayo de 2021, tal y como dice Jordi Sevilla, cual espacio de publicidad. Y no lo era, pero la lectura del texto dejaba un regusto a vacío, al fondo un bombo y el platillo.
Entre la publicación del artículo y la performance en el Museo Reina Sofía, se cruzó el asalto a la playa del Tarajal y un viaje exprés a Ceuta y Melilla para recordar que el tiempo aprieta el zapato en el momento más inesperado. El mismo día en que Redondo explicaba largo y tendido las bondades de España, allá que pasen 29 años, el exdirector de El País Juan Luis Cebrián avisaba desde su tribuna, Al hilo de los días: «El PSOE se asoma hacia el abismo. Prisionero de la política errática y oportunista del Gobierno, cualquiera podría darle un empujón si se descuida: los demócratas conservadores o el emergente partido verde».
Desde que José Luis Rodríguez Zapatero echó la vista atrás para desmembrar la Transición con la llamada ley de Memoria Histórica, el PSOE se mueve alejado del presente, al intentar modificar un pasado que es de todos para lo bueno y lo malo. La ausencia de ecuanimidad o de autocrítica resta credibilidad y autoridad en el juicio a un tiempo del que nuestros mayores salieron tan heridos que decidieron sanarse con un pacto del recuerdo que nos ha traído hasta aquí desde 1978.
El sanchismo insiste en echar asfalto en el sendero torcido que trazó Zapatero al traer al presente lo que ya nadie puede cambiar. La realidad es tozuda y, como advierte Cebrián, «deberían sus militantes (PSOE) escuchar a los intelectuales y no acusar de revisionismo a quienes discrepan». Pedro Sánchez no deja de mirar muy lejos, hacia atrás o delante. El 4 de mayo de 2021 recibió el golpe de una ola que no parece, según los sondeos, un hecho aislado. Debería leer el presidente un reciente informe del Instituto Geográfico Nacional, en el que detalla, como hipótesis, el tiempo que tardaría un maremoto en llegar a las distintas costas españolas.
Sánchez ha perdido varias oportunidades para sumar a una mayoría de los ciudadanos a los que les preocupa su futuro con los pies puestos en el día de hoy
Lo ocurrido en las elecciones de Madrid supone un indicador avanzado para un presidente que ha dado pasos atrás en su responsabilidad de dirigir las políticas contra la pandemia. En la sociedad ya ha calado su desistimiento en manos de unas comunidades autónomas que se han defendido de manera desigual. Si, como se insiste desde la Moncloa, las elecciones autonómicas se celebran antes de las generales, algunos dirigentes socialistas pueden recibir una patada que nos les corresponde, a pesar de su labor durante la crisis de salud pública.
El futuro ya esta aquí. Los problemas no vendrán, sino que se hallan bien anclados hasta el tuétano. España en 02050 seguirá pagando la deuda contraída en estos meses para engordar el agujero bajo custodia, menos mal, del Banco Central Europeo. El gran reto de España hoy se llama solvencia. Hay que pagar lo que se debe mientras se pide más para ir tirando. Sánchez se ha saltado el presente. A punto de cumplir los tres años como presidente, si se cuenta desde la moción de censura, ha perdido varias oportunidades para sumar a una mayoría de los ciudadanos a los que les preocupa su futuro con los pies puestos en el día de hoy. Ensimismado en su relato, deja pasar la política de largo para dedicarse a un país virtual, intentando permanecer como sea, colonizando instituciones que ni ahora ni nunca se van a dejar porque forman parte de los cimientos de un sistema que reúne (hete aquí el centro) a la gran mayoría de los españoles.
Pedro Sánchez se queda con una carta, la de los fondos europeos, para jugarse lo que queda de legislatura después de una debacle en Madrid, de la que no se da por enterado.
La anomalía la desperezó Rodríguez Zapatero quien, tras ganar las primeras elecciones, confesó necesitar la tensión para vencer en las vísperas electorales de 2008. Sánchez no ha demostrado su desacuerdo, sino que alimenta esa estrategia incluso utilizando el BOE para estigmatizar al PP como enemigo de la democracia.