Jaime García-Máiquez | 26 de febrero de 2021
Vivimos en el laberinto de la política, de la burocracia, de la economía, de la tecnología, y este caos con precisión de encierro solo es posible divisarlo desde la altura de una perspectiva moral.
Las pasadas elecciones catalanas, en las que han arrasado los que no han ido a votar con un contundente 46%, darán el poder a ese conglomerado de siglas imposibles (ERC&JXCAT&CUP&ECP-PEC&PDeCAT) de signo independentista.
Casi cuatro veces más de catalanes han preferido no votar que los que lo han hecho al partido más votado. Esto es un mensaje. La política, a fuerza de politizarse, se ha ido alejado de la calle, encriptada en un lenguaje autóctono y en una estrategia constante de confrontamiento, lo que ha generado una fractura social y una factura económica. Vivimos en el laberinto de la política, de la burocracia, de la economía, de la tecnología, y este caos con precisión de encierro solo es posible divisarlo desde la altura de una perspectiva moral.
Si la sociedad no está motivada, ¿por qué no se dirige la política a los problemas que de verdad le interesan a la gente? Si la gente está aburrida de los partidos y los políticos de siempre, ¿por qué no surgen partidos nuevos, con nuevas iniciativas que entusiasmen a la población? Si a la población le cuesta ir a votar, ¿por qué no se facilita el voto con los increíbles medios tecnológicos que ya existen? Es como si se hubiera perpetrado un gran pacto secreto a favor del aturdimiento político.
Escuchando la retahíla de ilegalidades de los independentistas (contra el Gobierno, contra la Justicia, contra el rey, contra la historia, contra la Constitución), uno mira a su alrededor y se pregunta si no hay nadie que ponga un poco de orden… Entonces enciendes la televisión o la radio u ojeas la prensa, y los grandes medios parecen las paredes blancas y los pasillos largos de la arquitectura social de un sinsentido; más laberintos.
De la condena por el golpe de Estado que se está perpetrando a cámara lenta en Cataluña, los actores salen de la cárcel fotograma a fotograma, y uno casi se alegra de esos tristes hombres, de sus pobres familias, y esto por lo que tiene uno de sentimental más que de justo. Pero una cosa es sentir piedad por el… digamos, «pecador», y otra dar por bueno «el pecado». Pues más ilegal y peligroso que ellos mismos son las instituciones políticas que los amparan, las leyes contra toda lógica que los defienden, la Constitución de tipo autonómico que les da aire y alas.
Por eso los políticos que siguen aparándose en esas instituciones, en esas leyes o en esa Constitución se equivocan. Tanto como el cura que desde el púlpito denigrase al pecador en vez de denunciar el pecado. Y esto es justamente lo que explica el resultado electoral de Cataluña, ni más ni menos.
Solo Vox planteó en su día la ilegalización de los partidos que quieren destruir y denigrar a España. A todos pareció un disparate. Busco un poco por internet, y lo primero que me encuentro es -cómo no- un artículo de El País («¿Por qué no se pueden ilegalizar los partidos independentistas como quiere Vox?») reivindicando el pluralismo político; sí, claro, vale: eso es a la patria como si un caníbal reivindicara la multiculturalidad gastronómica.
Al fin encuentro una página que discute con seriedad el tema, Verificat, una página catalana creada para combatir la desinformación, que dice precisamente sobre esta propuesta: «Las Constituciones de los tres países en cuestión [que citaba Vox] hablan de manera más o menos explícita de la unidad del Estado y de su indivisibilidad (en Alemania en el artículo 20, en Francia en el artículo 1 y en Italia en el artículo 5), pero esto no significa que los partidos independentistas estén prohibidos». Y ponen como primer ejemplo el Partido de Baviera, al que no conocía.
Resulta que el Partido de Baviera, el Bayernpartei (BP), fue fundado en octubre de 1946, y en 1950 finalmente se presentaron a las primeras elecciones democráticas, consiguiendo una discreta representación parlamentaria. La alegría duró poco, pues se presentaron por segunda vez y -¡copio de Wikipedia!- «perdió toda su representación en 1953 y desde entonces nunca ha vuelto a obtener representación en el Bundestag». ¿Este es el partido que de verdad se nos propone como ejemplo de partido independentista «libre», y que se compara con los partidos nacionalistas catalanes y vascos?
Solo Vox planteó en su día la ilegalización de los partidos que quieren destruir y denigrar a España. A todos pareció un disparate
Esto me lleva -marcha atrás- a echar un vistazo a aquella página que me había parecido tan seria. En su portada, «reza»: «Verificat es la primera plataforma independiente de verificación de Cataluña. Nacimos en 2019, y nos centramos en combatir la desinformación que circula en Cataluña. Publicamos en catalán y castellano porque queremos llegar a todo el mundo, también a la audiencia que fuera de Cataluña se interesa por la actualidad de este territorio, uno de los principales focos de desinformación en España». Ya.
Visto lo visto, obedezco el consejo de Garganta profunda en el caso Watergate, y sigo «el rastro del dinero». Al final de la página aparece el apartado «¿Quiénes somos?», y al final del final de esta página aparece el apartado «Financiación»: solo en 2020 han recibido 52.892,65 euros de una fundación que se llama Open Society Foundations, y rebuscando un poco más descubro, con cierto desasosiego, que es la fundación de George Soros. No puede ser «verificat» me digo, conspiranoico perdido. Pero sí, es.
Vivimos en un laberinto, casi sin darnos cuenta. Y a veces nos cruzamos con uno de los monstruos medio hombres medio bestias que lo gobiernan en la esquina menos pensada, «a la cantonada menys pensada», que dirían aquí en Barcelona, desde donde casualmente escribo todo esto.
Una vez más, la tribu se ha impuesto a la razón en Cataluña por la incomparecencia de esta última. Aunque la independencia no será inminente, los resultados electorales abrirán la puerta a un nuevo procés.
A la vista de los acontecimientos, hay un buen número de poblaciones donde los votantes de algunos partidos se arriesgan a ser señalados y repudiados.