Juan Pablo Colmenarejo | 26 de mayo de 2020
Pedro Sánchez denosta al PP porque sabe que es el único partido capaz de aglutinar a la mayoría silenciosa detrás de una alternativa cuando el ruido se apague. El estruendo llegará si Bildu entra en el Gobierno con Podemos y el PSOE.
La alianza Sánchez-Iglesias sobrevive semana a semana. La alianza con Bildu ha vuelto las cartas boca arriba. Tarde o temprano, más bien lo segundo que lo primero, España tendrá que pedir ayuda y será un rescate para el que estamos más preparados que en 2012. Ya sabemos lo que pasa. España necesita descomprimir su realidad para que los efectos de haber parado la economía al ralentí se vean con claridad. Se trata de que, cuanto antes, se puedan poner las soluciones y los remedios. El gobernador del Banco de España ha pedido un acuerdo para varias legislaturas. Y dicho pacto solo es viable si lo apoyan los dos partidos centrales del sistema.
El incremento de la tensión dentro del Gobierno no augura nada bueno, porque el presidente ha decidido mantenerse en el camino marcado por la mayoría de la moción de censura y la investidura, que nos aleja del sentido común europeo. El pacto con Bildu y el aparente hasta aquí hemos llegado de la vicepresidenta Nadia Calviño han dejado claro los dos bandos del Gobierno.
La recuperación de la movilidad en toda España, especialmente en Madrid y Barcelona, va a rebajar la tensión en muchos ciudadanos a los que se les ha metido en casa y, además, se les ha abroncado cuando han protestado. El pensamiento único y televisivo ha tratado de inculcar en la sociedad la idea de que la libertad perjudica seriamente la salud. Lejos de recordar que los actos libres lo son por responsables y también viceversa, se ha pretendido dirigir a la población como a los niños de una guardería cuando salen del comedor, en fila y sobre todo en orden.
Entre la unidad y la ultraderecha, el Sr. Casado ha elegido a la ultraderecha. Votando no al estado de alarma, el PP ha dimitido de su responsabilidad como principal partido de la oposición. Han dimitido de una responsabilidad de Estado: salvar vidas y defender la salud pública. pic.twitter.com/GdcqKLZ2ad
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) May 20, 2020
Sánchez ha visto en el estado de alarma esa oportunidad que su vicepresidente Pablo Iglesias considera aprovechable para quedarse con el poder. Una crisis es una puerta que se abre para Podemos, un partido peronista, como acaba de recordar Félix de Azúa. Ya se sabe lo que era el peronismo y, por lo tanto, la buena sintonía con la dictadura franquista. Las caceroladas de esta crisis empezaron con una protesta de Podemos contra el rey el mismo día en que pudo pronunciar su único discurso a la nación, el pasado 18 de marzo. A partir de ese día, comenzaron a aparecer las convocatorias, que se han ido comiendo el aplauso al personal de los hospitales.
La mayoría silenciosa es la que suele dar las mayorías absolutas en las elecciones. Y, en el caso del PP, se ve con claridad tanto en 2000 como en 2011. Tras la primera legislatura de José María Aznar y después del desastre de José Luis Rodríguez Zapatero con la crisis del euro. No hubo ruido callejero para reunir millones de votos. El caso contrario se encuentra en 2008, después de una legislatura marcada por las manifestaciones organizadas por el PP contra el Gobierno que formó Rodríguez Zapatero, tras las elecciones celebradas en 2004, tres días después del 11M.
La izquierda y, sobre todo, el independentismo en Cataluña rescataron a Rodríguez Zapatero, a quien se le escapó aquello de «necesitamos más tensión». Cuanto más ruido, menos posibilidades de formar una alternativa. Ahora mismo, las protestas, que han surgido de manera espontánea y que el partido Vox trata de monopolizar, a la luz de su bajada en las encuestas, se producen al comienzo de una legislatura de futuro incierto y en mitad de un estado de alarma que suspende derechos y libertades. Como hemos votado tres veces en 2019, parece que toca ir a las urnas cada semestre. El ruido asoma el malestar de una mayoría que debería echar la vista atrás y darse cuenta de que votar no es darle al ‘me gusta’ o al compartir un vídeo con el grupo de WhatsApp.
El voto permanece cuatro años y lo demás se borra al instante siguiente. En el peor momento de la gestión de esta crisis, con el Gobierno roto y con la lupa de Bruselas cada vez con más aumento, solo el ruido, y si el megáfono lo coge Vox más todavía, alivia a quienes llevan a España a una situación más que insólita, por no decir que ingobernable. Sánchez necesita que Santiago Abascal se suba al autobús y salude. Bien es cierto que esa necesidad es mutua. Cuanto peor, mejor. Nadie debe ser recriminado por expresar su protesta en la calle o desde un balcón. La Justicia ha intervenido para recordar los límites del Poder Ejecutivo en este caso. Se echa en falta en otros.
Sánchez denosta al PP porque sabe que es el único partido capaz de aglutinar a la mayoría silenciosa detrás de una alternativa cuando el ruido se apague. A buen seguro se verá en Galicia, porque lo del País Vasco puede acabar en una nueva confirmación de lo que Sánchez-Iglesias planean, mucho más allá de lo que están haciendo con sus decisiones contradictorias en esta crisis. El estruendo llegará si Bildu entra en el Gobierno con Podemos y el PSOE. No hará falta colapsar Madrid. Bastará con ir a las urnas en toda España, cuando toque.
Ciudadanos repite su apoyo al Gobierno ante una nueva prórroga del estado de alarma. El partido de Inés Arrimadas trafica con un político sin ética y lo pagarán todos los españoles.
De los cerca de 40 contratos firmados por Sanidad para la compra de material desde mediados de marzo a mediados de abril, el precio abonado por batas, geles y otros productos a empresas chinas ha llegado a multiplicar por diez el ofrecido por proveedores españoles.