Aurora Pimentel | 26 de noviembre de 2019
Has salido elegido diputado o diputada. Es un honor y una responsabilidad, no una recompensa. Espero que para ti signifique trabajo y servicio a España y a tus conciudadanos.
Sucedió. Has salido elegido diputado o diputada. Y he vuelto a pensar en ti tras esa carta que te escribí cuando solo eras un buen candidato bueno. Porque necesito que sepas que, de nuevo, mi primer pensamiento es de agradecimiento por el trabajo y el servicio que supone representarnos a todos los españoles. Y es que eso espero que sea para ti ser diputado o diputada: trabajo y servicio a España y a tus conciudadanos. Nada más y nada menos.
Asumo que tienes tu casa manga por hombro, que el teléfono revienta de whatsapps y que tú solo querías ese lunes 11 ya lejano dormir, ver a tus hijos, que estabas agotado, etc. Pero no, la campaña no era nada con lo que te espera y posiblemente con lo que ya estés viviendo. Eres la nueva diputada o el nuevo diputado por…. rellena la provincia que sea. Y lo vas a ser en el Congreso de los Diputados de España. Nos representas a todos los españoles, no solo a los que te han votado o “son” del partido que sea.
Y ahora tienes que trabajar en algo en lo que no has trabajado antes. O sí, a lo mejor has sido reelegido y ya tienes alguna experiencia. Vamos a pensar que esto te pilla de nuevas y que no eres para nada político “profesional”. Tenías tu carrera bien asentada en otra parte, así que vas a aprender a representarnos. Tendrás, si eres nuevo, algunas indudables ventajas: no vienes con los tics que tienen los que se pasean por el Congreso como Pedro por su casa y no tienen dónde caerse muertos, esclavos del partido, siempre con miedo.
Ya te dije en mi primera carta que tú eras un buen candidato bueno y asumo que ahora serás un buen diputado bueno, consciente de dos cosas importantes. La primera, la que acabo de decirte: no sabes todavía servirnos como los españoles queremos ser servidos, como la nación, la patria, España, espera en estos momentos. Y, la segunda, esto es solo una etapa de tu vida para servir, no el culmen ni tampoco un paso más en tu carrera.
Como va a haber mil pelotas que te bailen el agua o gente que, de repente, no se atreva a decirte lo que piensa –aunque lo diga de espaldas o en corrillos-, por eso, oh, ah, de que eres diputado o diputada y porque la vida y la servidumbre en los partidos suele ser la que es –según me cuentan-, me voy a permitir decirte algo que quizás te sea útil para el trabajo de representarnos y trabajar solo y únicamente por el bien de España.
Vamos a empezar por lo básico.
Es posible que hayas hecho una campaña –cortita, no te quejes, que esta ha sido cortita- una semana o quizás empezaste unos pocos días antes. Y que creas (o te digan), uf, qué barbaridad, que tú te lo has currado. O es posible que llevaras ya años trabajando en “el partido” o “con el partido”, el que sea, y la idea de ser diputado la veas –quizás en tu fuero interno, no públicamente- como una especie de premio o pago a tus indudables desvelos todo este tiempo de dedicación gratuita quitando horas a tu familia, a tu trabajo, etc.
Hablando en plata: es posible que tú, que eras un buen candidato bueno, una buena candidata buena como quedamos que eras, creas, por alguna extraña razón insólita en alguien medianamente inteligente, que tú te mereces de algún modo ser diputado… por lo que has trabajado, por tu generosidad –sí, también por tu generosidad innegable-, porque tienes 87.980 seguidores en Twitter o porque eres un tipo reconocido en su campo, alguien realmente preparado, por lo que sea.
A efectos de lo que te voy a decir, me da igual que ese pretendido merecimiento sea por razones que puedan parecer más buenas o directamente estúpidas. Porque son todas de la misma naturaleza: directamente vanas. Así que esto es lo primero que, si me permites, voy a quitarte de la cabeza. Tú, seas quien seas y hayas hecho lo que hayas hecho, no mereces ser diputado en el Congreso de los Diputados de España o senador en el Senado. Esto en la vida es un lema estupendo –no merecemos realmente nada-, pero en la vida política, y muy especialmente en estos momentos que vive nuestra nación, es algo que deberías marcártelo a fuego. Nadie merece ser representante de todos los españoles: es un honor y una responsabilidad, no una recompensa.
Pero es que, además, y enlazado con lo anterior, voy a seguir con otro aspecto clave dada la dinámica de los partidos y de su habitual, me horroriza la palabra, “relato”. Es difícil no acabar de caer en ese relato que nos cuenta la historia como si de (los) partidos se tratase. No, nuestra nación, España, es más que unos partidos, los que sean. Si hoy eres diputado ni siquiera será posiblemente por lo bien que lo haya hecho (o lo rematadamente mal, es indiferente) ese concreto partido por el que te presentas. Fíjate lo que te digo: hasta ese partido, sí, ese, me es igual ese o el otro, son secundarios. Tú, y quien habéis sido elegidos –todos-, estáis ahí porque os hemos votado los ciudadanos como representantes nuestros. A nosotros nos debéis cualquiera de vosotros ese escaño, a nosotros, a España. Eso en primer lugar y antes que nada, tenlo siempre en cuenta.
En este ámbito, además, quizás sea bueno recordar que posiblemente lo que te ha llevado a ti o a otros a ese escaño tiene algo que ver con un cúmulo de circunstancias que, si somos objetivos y sensatos, y en referencia a estas concretas elecciones y a nuestra historia más reciente, podemos calificar como directamente desgraciadas. Porque son unas circunstancias muy desgraciadas para España, que es, repito, lo único realmente importante en todo esto, las que han podido hacer que hayan votado a ese u a otro partido y que tú te sientes en el Congreso. Así que resumiendo: ni tú mereces estar ahí, ni siquiera el partido –el que sea, insisto, viejo o nuevo- es “importante”: tú te debes siempre a nosotros, los ciudadanos, tú te debes a España. Todo lo demás viene después, todo lo demás es segundo plato.
¿Algo tienen que ver otros factores? Vale. Hay un tirón general que “mueve” el voto hacia un partido concreto (o varios) o, en su caso, lo aleja y tiene que ver bastante (no todo) con quienes hacen cabeza a nivel nacional y se les ve más. Cuando se las ve, claro. Suelen ser esas personas –lo que dicen, lo que hacen- más relevante que quien se presente en una concreta provincia, salvo excepciones de gente muy conocida, naturalmente. Esa visibilidad, reputación, como lo llames, unido a otros factores variados –huecos, oportunidades, necesidades y hasta urgencias, circunstancias, todas macro y que cambian, ver arriba- tiran más del voto que el concreto candidato o lo que haya hecho.
Siento decirte esto, pero a menudo con no meter estentóreamente la pata y dejarse llevar por la marea, si esta es al alza, tú ya habrás hecho mucho en la campaña. También esto sirve para todos aquellos que no sacan escaño y son buenos candidatos buenos, pero la tendencia u otras circunstancias variadas no estaban de su parte.
O sea: todo esto es una llamada a la humildad personal e institucional, a la responsabilidad y al servicio a España, no a pertenecer a una cuadra, la que sea.
Hay algo último mínimo que creo que puede serte útil en tu trabajo. Me refiero a esos tipos posiblemente inexpertos y que han hecho lo que han podido y buenamente saben para que se conociera o apoyase a ese partido concreto y, sobre todo y antes que nada, a las ideas que defiende. Las que han trabajado a pie de calle durante años y ahora para que tú salieras diputado por esa provincia. Si no son bobos, todos estos saben que, siendo necesario su trabajo, es poco comparado con las razones más arriba explicadas. Y, sin embargo, han hecho su parte. En muchos casos, están ahí no por unas siglas, que les pueden traer al pairo, sino porque han percibido antes y mejor que sesudos expertos sentados en despachos (y desde luego que en redacciones o universidades) que el país se iba por el desagüe. Y, peor o mejor, han arrimado el hombro a lo que en ese momento se les presentaba.
Tu escaño, resumiendo la cuestión, se “debe” por orden de importancia: primero, a los españoles, los que te han votado y los que no, tú representas a todos, es la nación la que se sienta en el Congreso de los Diputados; segundo, a unas circunstancias desgraciadas; tercero, a unas macrotendencias o mareas que han empujado –visibilidad de quienes hacen cabeza, reputación, huecos, oportunidad, necesidades que se evidencian-; y, cuarto, al trabajo oscuro y constante de muchos.
Conservar ese escaño (me horroriza este modo de hablar) va a ser más difícil que ganarlo. Lo que hoy es entusiasmo mañana es abandono. En seis meses cambia el panorama sustancialmente, acabamos de verlo. ¿Injusto? En política hay mil injusticias, como hay tempos y oportunidades. Hay cosas que dependerán de ti y otras –las más- que no. Recuerda: sirve, haz tu parte, tu trabajo, como esos pequeños de arriba han hecho la suya, mínima, todos estos años. Y en concreto, y aunque no creo ni en los 8 apellidos vascos ni en los 8 castellanos -y tan estúpido, por poner un ejemplo, me parece reprocharle al obispo de Bilbao que no sea de Bilbao como a la diputada de Ávila que no sea “de Ávila” (nacida, criada)-, te digo que tienes que servir trabajando en el Congreso y, sin caer en operaciones de marketing, desvivirte por ese pequeño trozo de España que es la provincia por la que eres diputado.
Espero que no seas tan sinvergüenza de hacerlo como viene haciéndose, esto es, o con ausencias hasta las próximas elecciones, o con chanchulleos, o con apariencias para ocupar espacio en medios (España será diferente cuando los políticos no ocupen tantas páginas, no ya solo en los periódicos nacionales, en los locales), para tuitear que has estado en tal pueblo o con tal persona, etc.
No nos mientas, no nos pases la mano por el lomo con aquello que queremos oír
Desprecia a los poderes locales. Sé una política o un político de raza, o sea, sé servidor nuestro. Desconfía del que te halaga y del que busca algo, los habrá a cientos. Escucha y aprende. Escuchar a los pesados va en el cargo, lo siento. Si has llegado hasta aquí leyendo, ya has cumplido por hoy, te lo agradezco. Por favor, no nos mientas, no nos pases la mano por el lomo con aquello que queremos oír, pues en eso se ha convertido el juego político de tantos años y mucho más a niveles locales: en una queja de que los de “fuera” (Madrid, la capital de la comunidad autónoma de que se trate, etc.) tienen la culpa de nuestros males, en seguir alimentando la endogamia y el “qué hay de lo mío”.
No hay soluciones simples para problemas complejos, todo lleva su estudio y su tiempo. No hables de oídas y con eslóganes, sino con conocimiento. Apela a lo más grande que tenemos, a nuestra inteligencia y generosidad. Porque pensando en lo más grande, no lo olvides, algunas personas en alguna pequeña provincia te han votado por el bien común de todos, de España, tenlo siempre presente.
La comunidad catalana se esfuma y la reconciliación parece imposible con liderazgos políticos mediocres que aspiran a la fama por encima de la ejemplaridad.
La CUP es el ejemplo extremo de esa nueva izquierda no obrera que empezó a configurarse en los años 60 y a crecer tras la caída del Muro de Berlín ahora hace 30 años.