Guillermo Garabito | 26 de noviembre de 2020
A Manuel Chaves Nogales hay que rescatarlo cuando nos ponemos partidistas, cuando nos obligan a las dos Españas que tanto le gustan al PSOE.
A Chaves Nogales hay que rescatarlo de vez en cuando de ese limbo de los justos al que van todos los escritores al morir. Van allí a purgar su obra y sus metáforas y ya solo salen algunos. A Manuel Chaves Nogales hay que rescatarlo cuando nos ponemos partidistas, cuando nos obligan a las dos Españas que tanto le gustan al PSOE, cuando hablamos más de política que de la vida como si nos tuviera a sueldo algún partido en el plató de alguna televisión o cuando España empieza a tomarse muy en serio a sí misma. A Chaves Nogales conviene leerlo cuando sale el presidente a dar su sermón de por las tardes o cuando empiezan a caer las estatuas. Al de Sevilla hay que recuperarlo, da igual el libro, para que el español a la hora del café recuerde que entre los odios y la estupidez cabe una tercera España, que es aquella en la que se puede vivir en paz.
La tercera España es esa que sería capaz de sacar adelante de una vez un Pacto de Estado por la Educación, aquella que no iría al Congreso de los Diputados a decir obviedades porque prefiere hablar a los españoles como adultos, o en la que todavía se abre la puerta como fórmula de cortesía, también, por supuesto, a una mujer. Mientras los políticos de todos los partidos patalean en su escaño para ensordecer el discurso del otro, hay una tercera España que añora el bipartidismo y su calma chicha, que entiende que Franco murió hace 45 años y que Bildu ampara ideológicamente el proyecto de ETA sin arrepentimiento y celebrándolo… que sus votos serán democráticamente válidos, pero moralmente inadmisibles. Que Cristóbal Colón y su odisea es una de las hazañas más importantes de la historia de la humanidad.
Esa patria, que no es ninguna de las dos que nos quieren vender, lleva con orgullo también sus derrotas, la del Glorioso de Ferrer-Dalmau incluida. La tercera España, vaya o no los domingos de primavera a los toros, no los quiere prohibir porque saben que son Patrimonio Inmaterial y que Juan Belmonte, matador de toros es la mejor biografía que se ha escrito jamás. Por eso, que a Chaves Nogales lo haya rescatado Libros del Asteroide, una vez más -al fin su obra completa-, puede ser un aldabonazo para pararse a leer ahora que nos bombardean con odio y ruido.
Yo, como Chaves Nogales, soy un pequeñoburgués, pero liberal a ratos y conservador los otros, que va haciendo su obra. A mí no me duele España como a Unamuno, sencillamente me aburre tener que escribir de esta mediocridad a la que nos obligan. Cada semana lo mismo y, si se cede, se escapa más lejos la posibilidad de vivir en paz.
Hubo un momento en el que Ciudadanos defendió esa tercera España antes de caer en este insignificante utilitarismo al que lo han llevado ahora. Lo sabe Juan Carlos Girauta, que por eso escribe en el exilio. La tercera España, que no es ninguna de las dos de Machado, puede que sean recuerdos de un patio de Sevilla y el prólogo de A Sangre y fuego como una adenda a la Constitución. La tercera España -que más parece una dimensión desconocida- es una «única y humilde verdad, la cosa mínima del odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mi existe, el pecado contra la inteligencia…».
Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogabaManuel Chaves Nogales, prólogo de A sangre y fuego
España es un país de lejanías en el que cada vez pretenden colocarnos más lejos de los demás. Heidegger lo dijo del hombre, yo lo digo de España ahora que quieren que nos separen la lengua, las fronteras, la ideología, los tacones, la minifalda y cualquier otra cosa por insignificante que sea. Entre tanto, hay otro país posible, que es al que renunciamos cada vez que queremos dejar de ser españoles para ser cualquier otra cosa: nacionalistas, populistas, heterofluidos de género inconcreto, bachilleres que promocionan con una pila de suspensos, tipos que prohíben la carne los lunes, defensores de los hunos o los otros a sangre y fuego como si fuéramos nosotros los que viajásemos en el Falcon.
Una conciencia tranquila, eso podría ser la tercera España y tal vez la gloria, pero cada vez nos cae más lejos. España no hay más que dos. Por eso es necesario rescatar a Chaves Nogales, aunque el precio por defender esa tercera España sea acabar en el exilio: morir en Londres, por ejemplo, y pasar la eternidad bajo una lápida sin nombre.
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