Pedro González | 27 de agosto de 2019
El G7 ha puesto en evidencia que ha concluido el viejo orden de cooperación y solidaridad internacional. Se vuelve a los viejos modelos de fuerza, proteccionismo y acuerdos bilaterales.
Trump amenazó a la Unión Europea de una brutal escalada de aranceles si se les ocurriera tratar a los gigantes tecnológicos como al resto de los contribuyentes
Pedro Sánchez “vende” su presencia en el último día de cumbre como la vuelta de España al escenario internacional
La Europa ingobernable abre más la brecha entre el Este y el Oeste
Setenta y cinco años después de la instauración de la arquitectura que ha regido al mundo emerge un nuevo orden, cuyos contornos se han perfilado un poco más en la reunión anual del G7 celebrada en Biarritz. Es muy probable que ese nuevo mundo no sea el que querríamos sino más bien el que temíamos.
President @realDonaldTrump: "Thus far, this has been really a great G7. And I want to congratulate France." #G7Biarritz pic.twitter.com/tlhxjA1NG9
— The White House (@WhiteHouse) August 25, 2019
Fui testigo periodístico en el castillo de Rambouillet en 1975 de la primera reunión de este grupo informal, entonces conformado a instancias del presidente Valery Giscard d´Estaing por la propia Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania e Italia. Se añadirían enseguida Japón y Canadá, completando así el G7, tanto como decir entonces los siete países más ricos del planeta, 70% del PIB mundial. Giscard nos explicó a los corresponsales el objetivo: “influir, con una sola voz, en la resolución de los grandes problemas globales”. El G7 se asentaba sobre fuertes valores comunes: democracia, respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales, libre mercado y sometimiento al derecho internacional.
Trump, con su desparpajo habitual, exhibió una vez más su animadversión hacia la UE
A la vista de las fuertes discrepancias evidenciadas en Biarritz, la supuesta voz única ha dejado de serlo. En los tres días que ha durado su representación teatral se ha visto un interesante duelo interpretativo, con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, marcando territorio desde antes incluso de salir en tromba al escenario: orden tajante a las empresas americanas de salir de China, y amenazas a Francia, y de paso a los demás miembros de la Unión Europea, de una brutal escalada de aranceles si se les ocurriera tratar a los gigantes tecnológicos como al resto de los contribuyentes, es decir obligándoles a pagar los impuestos correspondientes a su ingente actividad económica.
Today at the #G7 I’ve met with @POTUS to discuss a potential trade deal, raised the UK's concerns about fires in the Amazon, and pledged new funding for girls' education. #TeamUK?? pic.twitter.com/Mrq7pekLon
— Boris Johnson (@BorisJohnson) August 25, 2019
Enfrente, el presidente anfitrión, Emmamuel Macron, que intenta encaramarse al liderazgo de la UE, ahora que la alemana Angela Merkel está de retirada, y que la propia locomotora económica germana está punto de griparse. La sorpresiva llegada del ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, a los aledaños de la reunión, fue aventada por el Elíseo como fruto del papel mediador de Macron en la crisis irano-estadounidense a propósito del (des)acuerdo nuclear. La autoatribución fue de inmediato desmentida por Trump, firme en su intención de doblegar a Teherán. Mientras, Israel bombardeaba objetivos iraníes en Siria, acción que extendía a Beirut contra Hizbulá, el brazo armado de Irán en Líbano.
Les crises en Iran, en Syrie, en Libye ou en Ukraine peuvent vous paraître très lointaines. Pourtant ces sujets vous touchent, au quotidien. #G7Biarritz pic.twitter.com/3lY1Iac4d4
— Emmanuel Macron (@EmmanuelMacron) August 24, 2019
Trump, con su desparpajo habitual, exhibió una vez más su animadversión hacia la UE. Elogió al primer ministro británico, Boris Johnson, como “el dirigente ideal para el brexit”, y le aseguró, bien alto para que lo oyera todo el orbe, que concluirá con el Reino Unido un fantástico acuerdo comercial apenas se haya “liberado del ancla de Bruselas”.
Un Johnson crecido esgrimió también su lado más macarra al amenazar con no pagar lo que el Reino Unido debe a la UE (40.000 millones de euros), si esta no dobla el espinazo. Al mismo tiempo, su entorno difundió la especie de que Johnson podría echar el cerrojo a Westminster, evitando así las posibles maniobras para echarle del poder, moción de censura mediante, entre otras alternativas posibles.
Al igual que China, segunda economía mundial y blanco principal de las amenazas de Trump, en el G7 tampoco estaba Brasil, cuyo presidente, Jair Bolsonaro, fue puesto en la diana por Macron a propósito de los incendios que están devastando la Amazonia. El presidente francés utilizó este pretexto para anunciar que no ratificará el reciente acuerdo UE-Mercosur, concluido tras veinte años de negociaciones. No dijo nada, claro está, de las presiones de los agricultores y ganaderos franceses, que temen la competencia de los productos agropecuarios brasileños.
It’s time to take action! #G7Biarritz pic.twitter.com/Xak0IBTVhg
— G7 France (@G7) August 25, 2019
A la última parte de la función se unirían otros nueve dirigentes, entre ellos Pedro Sánchez, que “vende” su presencia como la vuelta de España al escenario internacional después de una prolongada ausencia. La invitación de Macron denota que recaba el apoyo de España para auparse al liderazgo de la UE.
El G7 ha puesto, pues, en evidencia que ha concluido el multilateralismo y el viejo orden de cooperación y solidaridad internacional. O sea, se vuelve a los viejos modelos de fuerza, proteccionismo y acuerdos en todo caso bilaterales.
La próxima cita será en Estados Unidos. Su celebración dependerá, pues, de que al anfitrión, un Trump para entonces enfrascado en la recta final de su campaña electoral, le interese para reafirmar su liderazgo y demostrar que el mundo es otro, el modelado por él mismo.
El libro, que reúne 17 escritos de personajes de la cultura y el mundo académico, pretende animar a una reflexión sobre lo que debe hacer Europa.
El conflicto por el cambio climático, la inmigración o las fronteras exteriores impiden a Europa armarse para los nuevos retos.