Miguel Ángel Gozalo | 28 de mayo de 2019
El PP protagonizó una dulce derrota al reconquistar el Ayuntamiento de Madrid y mantener la Comunidad.
Quienes siguieron el superdomingo las primeras especulaciones de las radios y las televisiones sobre lo que iba a pasar a lo largo de la noche, fruto de escuálidos datos, sacaron una impresión abrumadora: el PSOE ocupaba triunfalmente España, como el ejército de Napoleón, Pedro Sánchez desembarcaba en Europa (con el «general» Josep Borrell a la cabeza) y todo lo demás resultaba insignificante: el PP continuaba su declive, Ciudadanos no conseguía el sorpasso, Podemos era un muerto viviente y no aparecía ni una batalla de Bailén en el horizonte.
Pero quedaba mucha noche por delante, y Madrid se convertiría en el muro de contención del aplastante tornado socialista. José Luis Martínez-Almeida conseguía, con el apoyo de Ciudadanos y VOX, echar a Manuela Carmena de la alcaldía (y, si ella cumplía lo que había prometido, de la política). Con recuperar la primera alcaldía de España los populares salvaban los muebles y enjugaban la derrota.
Gracias a los más de 380.000 madrileños que han confiando en el Partido Popular para formar un Gobierno de centro derecha en la ciudad de Madrid. El cambio ha llegado para quedarse, la victoria es vuestra y no os voy a defraudar. Voy a ser el alcalde de todos los madrileños.
— José Luis Martínez-Almeida (@AlmeidaPP_) May 26, 2019
Pero la noche traería una sorpresa más: también el PP mantenía la Comunidad, frente a Ángel Gabilondo, con una candidata desconocida hasta hacía un cuarto de hora, Isabel Díaz Ayuso, y la aplicación de la misma triunfante fórmula andaluza. Había habido batalla de Bailén, y la había ganado el Partido Popular. «Mañana empieza todo, el PP ha iniciado la remontada», pudo proclamar, entre vítores, Pablo Casado a las puertas de Génova 13, sede madrileña de su partido, a la que habían acudido en tropel los incondicionales a desplegar banderas y a desprenderse, en la alta noche, de la depresión.
Aunque nadie discute la amplitud de la victoria socialista, que aprovecha la onda expansiva del 28 de abril y confirma la sagacidad de Pedro Sánchez al programar por delante de las municipales, autonómicas y europeas las elecciones generales, la del PSOE en Madrid ha sido la clásica amarga victoria. Y, en paralelo, la igualmente paradójica dulce derrota para el Partido Popular.
¿De verdad dulce? Por supuesto. Tanto Martínez-Almeida como Díaz Ayuso, dos apuestas personales de Pablo Casado, representan al nuevo PP, dispuesto a renovarse al frente de la capital de España y de la Comunidad Autónoma de Madrid, que hoy es uno de los motores económicos de España. No es poca cosa. «Madrid salva a Casado y entierra a Iglesias», ha dicho el antiguo director del CIS, Fernando Vallespín, en un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Forum para analizar, al alimón con el director de Metroscopia, José Juan Toharia, lo que ha dejado en el mapa político español esta emocionante jornada electoral.
En una España que pide consensos para gobernar, a nadie le puede extrañar que PP, Ciudadanos y VOX se junten para hacerlo
Tanto Toharia, que ha señalado que la fragmentación partidista es una de las características de las nuevas democracias occidentales, como Vallespín han subrayado la pluralidad de España, aunque este profesor haya mostrado cierta preocupación por el hecho de que el «efecto Andalucía» consagre el que «se vea a VOX con total naturalidad como aliado, como ese hijo descarriado con el que no hay que tener ningún tipo de cautela».
Pero en una España que pide con sus votos consensos para gobernar, a nadie le puede extrañar que PP, Ciudadanos y VOX se junten para hacerlo. El resto son detalles. Martínez-Almeida, que nació el mismo año en que murió Francisco Franco, tiene, además, una experiencia de cuatro años en la batalla del Ayuntamiento de Madrid: es un abogado del Estado que ingresó en el cuerpo con 26 años, fue director general de Patrimonio de la Comunidad y concejal desde 2015, con Esperanza Aguirre. Pablo Casado lo llevó al Comité Ejecutivo Nacional del PP e hizo de él el candidato triunfador.
Martínez-Almeida tiene pedigrí político. Su abuelo, Pablo Martínez-Almeida, fue consejero privado de Don Juan de Borbón y los condes de Barcelona, padrinos de boda de sus padres. Juega al golf y presume de ser motero, con una Yamaha que ha mostrado en las redes sociales, y que se compró para circular por el agobiante Madrid de Carmena.
Un Madrid que ahora está dispuesto a desmontar, empezando por Madrid Central, «porque las promesas electorales hay que cumplirlas«.
Llegan nuevos tiempos. Las niñas ya no quieren ser princesas, como cantaba Joaquín Sabina, y los jóvenes no quieren parecerse a Enrique Tierno Galván, que decía lo contrario: que las promesas electorales no son para cumplidas.
A la moto de Martínez-Almeida se ha subido Isabel Díaz Ayuso, la chica de pelo desaliñado (aunque su novio es peluquero) y sonrisa tranquila que está lista para repartirse con él el poder en Madrid. Isabel ha hecho una campaña sin miedo y con esperanza, a la que los adversarios le han puesto todo tipo de memes y descalificaciones. Pero ella, que estudió periodismo en la Universidad Complutense y es experta en redes sociales, no se ha entretenido con tonterías. Se trataba de llegar a la meta, después de, como ha contado, una infancia dura, un matrimonio que acabó en divorcio y un entrenamiento tenaz en puestos oscuros del partido, en el que ingresó en la época en que Casado dirigía Nuevas Generaciones y en el que ha sido vicesecretaria de Comunicación y Portavoz del PP en la Comunidad de Madrid.