Javier Varela | 28 de octubre de 2020
El independentismo catalán se ve con posibilidades de entrar en la junta directiva del Fútbol Club Barcelona y ha precipitado la salida de un presidente que no será recordado por sus éxitos deportivos.
Josep Maria Bartomeu ya es historia del Fútbol Club Barcelona. Historia negra, por cierto, porque si accedió a la presidencia de la entidad azulgrana de forma atípica, su salida no se ha quedado a la zaga. Su gestión llevaba mucho tiempo bajo sospecha y las tensiones e intrigas en la zona noble del Camp Nou se han multiplicado en los últimos tiempos. Aunque la espita que hizo detonar el artefacto fue la marcha de Neymar al PSG en 2017. Un explosivo de efecto retardado. Desde entonces, cada decisión que ha tomado la acompañó con un error. Un efecto en cadena que ha terminado con su cabeza. Ha intentado todo lo posible por evitar salir de forma voluntaria del club y se ha agarrado a un flotador como si de un náufrago se tratara, pero al final no ha podido más y se ha hundido. Con una moción de censura a las puertas, se había quedado sin argumentos para aguantar en la presidencia y, en un último intento por evitar ser despedido en las urnas, buscó la ayuda de la Generalitat, la misma ante la que se plegó en muchas ocasiones. Pero, lejos de encontrar cobertura, lo empujaron al abismo.
Porque el Gobierno catalán ya no quería a Bartomeu en el asiento presidencial del Camp Nou. Desde el independentismo se ha visto una posibilidad de entrar en la directiva del Barcelona y no han dejado pasar la oportunidad de quitar cuanto antes a Bartomeu para comenzar a mover sus fichas. Dos de los favoritos para la presidencia del Barcelona son Joan Laporta y Víctor Font, declarados independentistas y piezas clave para el futuro de la Generalitat. Tanto es así que el Gobierno catalán -desmembrado tras la inhabilitación de Quim Torra y la interinidad de Pere Aragonès– tenía mucho interés en que las elecciones del FC Barcelona fueran antes que las autonómicas, porque el hecho de que en la presidencia azulgrana haya un independentista ayudará en la ‘lucha’ contra España al próximo Gobierno catalán.
La junta directiva dimitida, encabezada por Josep Maria Bartomeu, está convencida de que una parte importantísima de las 16.521 firmas de socios necesarias para llevar adelante el voto de censura procede de asociaciones independentistas que han facilitado sus datos y sus instalaciones para llevar a cabo el «golpe de estado» institucional en el club azulgrana. La moción de censura, que debía celebrarse el 1 y 2 de noviembre, ha sido el arma utilizada por la Generalitat para acabar con Bartomeu. El club solicitó al Gobierno catalán 15 días más para poder adaptar el protocolo para la celebración del voto, pero la Generalitat dijo no. Querían que la moción de censura fuera cuanto antes.
En sus primeras palabras como expresidente, Bartomeu no se mordió la lengua y señaló a la Generalitat como responsable de su adiós. «El propio Govern plantea dolorosas medidas a los ciudadanos, con graves repercusiones hacia las personas y los negocios y se insinúan incluso medidas más fuertes como confinamiento del fin de semana. Pero mantiene que se puede votar. Nosotros actuamos con responsabilidad y no las convocaremos en estas circunstancias. Queríamos hacerlo cuando se cuidara la salud de todos y estuviera asegurada la movilidad. No queremos tener que escoger entre la salud y el voto, y por eso no convocamos el voto y dimitimos inmediatamente». Unas palabras que dejan claro que desde la Generalitat no se quería retrasar más la votación y que «forzaban» a Bartomeu a dar un paso al lado.
No queremos tener que escoger entre la salud y el voto, y por eso no convocamos el voto y dimitimos inmediatamenteJosep Maria Bartomeu
De nada ha servido que durante su mandato haya posicionado al club siempre del lado del independentismo y haya convertido al Camp Nou en el escaparate del independentismo, en una especie de mitin político multitudinario y en el escenario de pancartas, gritos y reivindicaciones más propias de otros foros que de un estadio de fútbol. Desde hace varios años, en el club se han empeñado en recordar que Cataluña es una república, que no quieren saber nada de España y que cualquier decisión judicial que se ha tomado contra algún miembro del Gobierno catalán se ha calificado como un ataque a su libertad.
Dicho esto, también es verdad que en estos años como presidente Bartomeu ha demostrado su incapacidad para renovar un equipo que estuvo cerca de ser el mejor del mundo y que ahora está a años luz del equipo que maravilló, que marcó un estilo de juego y que llenó las vitrinas del Camp Nou. En las primeras temporadas aprovechó la inercia para aumentar el palmarés -con un triplete incluido-, pero permitiendo un deterioro paulatino del equipo. La ya citada salida de Neymar, los fichajes millonarios de jugadores que terminaron cedidos, la mala gestión económica, la presencia del club en los juzgados, los bandazos en la parcela deportiva…
Pero en este 2020 su gestión ha ido de mal en peor. Lo primero, la destitución de Ernesto Valverde cuando el equipo era líder y la llegada de Quique Setién -tras las calabazas de Xavi-. Lo segundo, el «Barçagate», por el que el club supuestamente afeó a sus futbolistas en las redes sociales, que salpicó a la directiva de Bartomeu con varias dimisiones y que puso de uñas al vestuario por las críticas recibidas. La polémica le costó el cargo a seis directivos. Y, para terminar, una rebaja salarial a sus jugadores por la crisis del coronavirus. Todas esas decisiones le hicieron perder el «cariño» de la plantilla.
Y entonces llegó la hecatombe deportiva en la Champions League en Lisboa, con la debacle ante el Bayern de Múnich (8-2). Una eliminación que se sumaba a los «ridículos» de años anteriores en París -a pesar de la remontada-, Turín, Roma y Liverpool. Lo ocurrido en Lisboa provocó además una crisis institucional que tuvo como protagonista a Leo Messi. El argentino mandó un burofax al club en el que aseguraba que quería irse libre, como le había prometido la directiva. Tras un tira y afloja entre los abogados del jugador y el club, finalmente el argentino decidió quedarse para evitar una batalla judicial, pero no se dejó pasar la oportunidad para poner a Bartomeu a los pies de los caballos.
Su trayectoria en la presidencia del Barcelona ha sido más propia de una película de espías que de un club de fútbol, pero el empujón final al abismo lo ha recibido de la Generalitat. Y es que ya se sabe que no se puede morder la mano que te da de comer.
El Barcelona se suma al revisionismo histórico y ya ha anunciado que pretende quitar los reconocimientos a Franco. Pero los hechos hablan de favoritismo económico, con la construcción del Palau, y deportivo, con el fichaje de Kubala.