Ainhoa Uribe | 29 de julio de 2019
Trump puede pasar a los anales de la historia como el presidente de Estados Unidos que consiguió terminar con el conflicto entre Corea del Norte y Occidente.
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Cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989, se hizo famosa la expresión del profesor estadounidense (de origen japonés) Francis Fukuyama sobre que había llegado “el fin de la historia”, en clara alusión a que había terminado la Guerra Fría y, desde ese momento, la historia venidera sería claramente capitalista, tras el fracaso de las dictaduras marxistas.
Sin embargo, esa predicción no resultó del todo certera, a la vista de que algunos regímenes comunistas, como el cubano y el norcoreano, resistían contra todo pronóstico. En Cuba, el país languidecía en los años noventa, hasta que encontró como socio y benefactor a Venezuela, cuya revolución bolivariana subsidió, durante años, al régimen castrista con sus reservas de crudo, hasta la reciente crisis económica venezolana, la cual ha sumido aún más en la miseria a los cubanos.
Del otro lado, Corea del Norte agonizaba, cada vez más aislada internacionalmente, y vivía en su propio letargo, inmersa en un proyecto de nuclearización y de socialización de sus conciudadanos en el odio hacia las llamadas “potencias imperialistas” como Estados Unidos, que, supuestamente, según la propaganda oficial norcoreana, querían invadir el norte de la península coreana. La Guerra Fría, por consiguiente, no había tocado del todo a su fin.
Pero la historia de la historia puede dar un nuevo giro ahora. Aunque cueste creerlo, Donald Trump puede que pase a los anales de la historia como el presidente de los Estados Unidos que terminó con el conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur o, mejor dicho, entre Corea del Norte y el resto de los países “imperialistas occidentales”, utilizando la jerga norcoreana. En los últimos meses hemos presenciado algo insólito: la visita de Donald Trump a Corea del Norte, e incluso el abrazo entre los líderes de una misma patria que se halla dividida en dos por el paralelo 38º desde la II Guerra Mundial. Corea del Norte y Corea del Sur rompieron sus relaciones en 1950 y se mantenían formalmente en guerra, tras el armisticio de 1953.
El cruce simbólico de la frontera a pie de Donald Trump junto a Kim Jong Un es un hito histórico… esos pocos pasos pueden ser decisivos en el futuro. El presidente de Estados Unidos, pese a sus estridencias y rarezas, puede que sea recordado, como el presidente Ronald Reagan, por sus logros en materia de política exterior. Reagan terminó con los conflictos de la Guerra Fría, excepto con uno de ellos: la guerra inacabada entre las dos Coreas. Trump puede que cierre definitivamente este capítulo.
¿Cómo ha conseguido esto Donald Trump? La respuesta es sin miedo, sin atajos y sin políticas de contención. Es decir, sin el tradicional recelo a generar un conflicto mayor si se provoca a Corea del Norte. Ante el lanzamiento de misiles de medio y largo alcance durante 2017-2018 y las amenazas de atacar a Estados Unidos, Trump recurrió infructuosamente a China para que negociara con Corea del Norte, pero los chinos prefirieron no provocar a Kim Jong Un.
Si Trump consigue afianzar este “gran paso”, será un éxito para la paz internacional
Entonces, Trump rompió las reglas del juego diplomático y empleó duras palabras contra su homólogo norcoreano, llegando incluso a enviar cazas F-15C y bombarderos B-1B a una zona muy próxima a la frontera de Corea del Norte, en el área desmilitarizada que la separa del Sur. Como en el Viejo Oeste, el presidente de Estados Unidos le dijo claramente a Kim Jong Un que no toleraría el uso de armas nucleares. La diplomacia y la disuasión estaban fuera de la mesa de la negociación y podía activarse así una espiral de violencia sin precedentes.
Corea del Norte comprendió el mensaje y decidió cambiar de estrategia. Por ello, si Trump consigue afianzar este “gran paso”, será algo más que un éxito de su política exterior (aunque los medios de comunicación lo silencien), será un éxito para la paz internacional en su conjunto y el fin definitivo de la última guerra abierta del período de la Guerra Fría.
La tensión aumenta entre Estados Unidos e Irán en un contexto complicado en todo Oriente Medio.