Carlos Cuesta | 29 de julio de 2019
El objetivo de Pedro Sánchez es atraer al separatismo hacia un nacionalismo confederal y de izquierdas, por eso prefiere nuevas elecciones.
Sánchez pretende que Podemos pierda protagonismo.
Su escenario oculto es una estrategia pactada con la propia ETA.
Pedro Sánchez había planteado una investidura bajo una doble premisa y un doble escenario. La doble premisa pasaba, en primer lugar, por lograr un acuerdo estable con el separatismo para monopolizar sus escaños como apoyo a la gobernabilidad nacional. Y, en segundo lugar, por someter a Podemos bajo el manto del PSOE: usar sus votos para integrarlos sin peso real en el Ejecutivo y asfixiar a la formación de Pablo Iglesias en la pérdida de protagonismo y anulación crítica.
Pero quizás lo más significativo sea el doble escenario de esta investidura y a dónde nos lanza. Porque uno de los escenarios era visible y el otro oculto. El visible necesitaba de Podemos para escenificar un supuesto constitucionalismo de Pedro Sánchez. Una defensa de España, sus instituciones y la moderación. Y nada mejor para ello que escenificar la dureza de postulados firmes e institucionales frente al radical podemita; de mostrar la insistencia en mantener un Gobierno supuestamente técnico y moderado frente al populista.
El oculto, sin embargo, es posiblemente el más necesario de esclarecer para entender el futuro que nos espera. Porque ese escenario oculto no responde a nada realizado por el propio Pedro Sánchez, sino a épocas pasadas. A esos momentos en los que José Luis Rodríguez Zapatero decidió dar la vuelta al panorama político español con un plan para expulsar de la gobernabilidad al PP.
Ese escenario corresponde a una estrategia previa pactada con el entorno abertzale y con la propia ETA. Y por el que una nueva fuerza nacida de ETA y Herri Batasuna podría entrar en las instituciones, gracias precisamente a la labor política del Gobierno. Esa fuerza se llamó EH Bildu. Y ahora está en todas las instituciones, permitiendo el Gobierno navarro del PSOE y acoplándose a las necesidades para intentar investir a Pedro Sánchez.
Esa era la pata vasca del plan. Un plan que incluye a los hermanos separatistas catalanes y cuyo objetivo final es atraer al separatismo hacia un nacionalismo de corte confederal y de izquierdas. Un movimiento que diese siempre la gobernabilidad nacional al PSOE en una alianza de apoyo firme al socialismo en el Congreso y, de forma cruzada, a los separatistas en los Gobiernos regionales de Cataluña, País Vasco, Navarra, Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia. Todo ello en la medida en la que fuese posible.
Al tratarse de nacionalismos de izquierdas, no habría ya posibilidad de reeditar los viejas alianzas entre nacionalistas de PNV y CiU con el PP. Con lo que la gobernabilidad nacional queda cautiva de la izquierda.
El pago a los separatistas pasa por Europa. Hace tiempo que un proyecto avanza en la UE, centrado en el desdibujamiento de las soberanías para dar paso a las regiones con presencia directa en las instancias europeas. Es lo que se conoce como euro-regiones y lleva tiempo funcionando. En ese escenario, el plan del PSOE pasa por avanzar hacia un Estado español confederal con encaje de esas regiones como nacionalidades asociadas a España pero con operatividad internacional absoluta. En la práctica, puras naciones: Estados asociados con capacidad de decisión plena y exclusiva adscripción formal y voluntaria a España.
Sánchez preferirá ir a elecciones para aumentar su distancia y ser aún más necesario para el separatismo
Todo eso estaba en juego en esta investidura. Y por eso Podemos sobraba. Porque es más radical y su existencia pone en peligro que los separatistas no prefieran hacer ese mismo pacto con Iglesias y no con Sánchez.
Por eso, visto que el engaño de anular a Podemos engulléndolo no ha funcionado, Sánchez preferirá ir a elecciones. Para aumentar su distancia y ser aún más necesario para el separatismo.
Por eso es necesario que otra opción gobierne España. Porque, si no, el avance hacia el destrozo definitivo de España estará cantado.
La primera sesión de investidura del galán Sánchez, que salió escaldado, se convirtió en un «reality» con el regidor marcando los aplausos a los asalariados.
La votación de la primera sesión de investidura ha sido demoledora. El PSOE mejorará su oferta de ministerios y habrá Gobierno de coalición.