Miguel Ángel Gozalo | 29 de agosto de 2019
El año de la polémica adquisición de la vivienda de los líderes del partido por más de 600.000 euros, la formación morada sufrió una caída de ingresos en la partida de ‘cuotas de afiliados’ que roza el 16% respecto al curso anterior.
Más de 150.000 euros ha dejado de recaudar Podemos de sus bases respecto al año anterior
Iglesias arremetió contra De Guindos por tener una casa valorada en el mismo dinero que él pagó por su chalet.
Aunque todo parece indicar que habrá eleccionoes en noviembre, las apuestas han seguido vivas durante el verano. ¿Conseguirá Sánchez ser investido a la segunda? ¿Renunciará si ve que no cuenta con los apoyos necesarios, como ha anunciado el ministro José Luis Ábalos, secretario de Organización del partido?
El presidente en funciones, tras unas cortas vacaciones, ha seguido adelante con sus encuentros con lo que sus asesores piensan que es la sociedad civil (en realidad, son agrupaciones afines al PSOE), con el etéreo objetivo de elaborar un programa para un gobierno progresista y ha dejado para el último minuto la reunión esencial: el mano a mano con Pablo Iglesias y Podemos.
Iglesias, a ojos de la sociedad y, sobre todo, de sus seguidores, ha dejado de ser un chico de Vallecas para apuntarse, como todo el que puede, al batallón del buen vivir.
Pero, entre tanto, hemos sabido que las bases de este partido (o confluencia, movimiento, o como quiera que se llame) han mostrado su inequívoco desencanto con la marcha de la organización y de su autoritario dirigente: un 16% de los afiliados se han evaporado y han dejado de contribuir con sus cuotas al sostenimiento del partido.
¿Qué ha pasado? En política, lo que parece es. Y en la vida corriente y moliente, también. La piscina del chalet, y el chalet mismo, del matrimonio formado por Pablo Iglesias e Irene Montero, parece lo que son: la expresión de un estatus relevante, que suele acompañar al éxito social. No hay residencias con piscina particular para todo el mundo. Cuestan alrededor de 600.000 euros, más de cien millones de las antiguas pesetas. Solo algunos privilegiados de la casta se lo pueden permitir. Iglesias, a ojos de la sociedad -y, sobre todo, de sus seguidores- ha dejado de ser un chico de Vallecas para apuntarse, como todo el que puede, al batallón del buen vivir.
La desafección es lo que ha hecho perder a Podemos en 2018 150.218€ respecto a lo que los militantes que pagan cuota fija aportaron un año antes
Tiene todo el derecho del mundo para hacerlo, que conste. Pero lo que sus bases le han pedido, como han hecho algunos destacados dirigentes de su partido de formas diversas, es coherencia. Porque justamente una de sus grandes obsesiones contra lo que Pablo Iglesias llamaba casta era el chalet, palabra maldita que contamina a los poderosos.
Lo de las bases de Podemos no es especulación, son datos. El periódico El Mundo lo destacaba en su primera página del lunes, 26 de agosto: «Las cuotas fijas de las bases de Podemos caen un 16% el año del polémico chalet de Iglesias». Es lo que Alvaro Carvajal, el autor de la información, llama la desafección, lo que ha hecho perder a Podemos en 2018 150.218€ respecto a lo que los militantes que pagan cuota fija aportaron un año antes. No sólo Podemos ha sufrido esta crisis de afecto entre sus militantes. También el PP ha visto disminuir sus ingresos aportados por sus militantes, ese mismo año, en 557.827€, es decir, un 13% con respecto al año anterior. Si la pérdida de Podemos coincidió con el controvertido chalet, la del PP lo hizo con la moción de censura.
Siguiendo con la imagen de la residencia del matrimonio de Galapagar, podría decirse que las bases han hecho bajar el nivel de las aguas de la piscina. Hay que recordar que Pablo Iglesias había atacado al entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, a propósito de sus movimientos inmobiliarios: «¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo?», le había dedicado a Guindos, con el añadido de «que la política económica la dirija un millonario es como entregar a un pirómano el ministerio de Medio Ambiente». A este Iglesias incendiario se le recordaron enseguida otras declaraciones censurando a los políticos que compraban chalets, a ese «rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, que no saben lo que es coger el transporte público…», después de haber prometido seguir viviendo en su barrio, pasase lo que pasase.
¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo? http://t.co/4EhKia0d vía @el_plural
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) August 20, 2012
Lo que pasó es que a las bases de Podemos, o al menos a un tercio de ellas, la aventura inmobiliaria de Iglesias no les gustó y el máximo dirigente del partido, en una de sus habituales y sorprendentes maniobras, convocó a sus militantes a una consulta sobre si debía dimitir por el asunto del chalet. Ganó la consulta pero un 30% de los que respondieron a la consulta, pidió su dimisión.
Ante este panorama, y la incertidumbre política que se ha desatado este mes de agosto, caracterizado por la renuencia de Pedro Sánchez a mover un dedo en busca de aliados, es razonable pensar que fue un gran error de Pablo Iglesias no amarrar el Gobierno de coalición que le ofreció Sánchez, aunque fuese limitado en su capacidad de influencia.
Pedro Sánchez, una vez que se ha liberado de ese compromiso, ni loco va a invitar a Iglesias a la mesa del Consejo de Ministros. Esa angustia ya ha pasado. Con Iglesias basta arrinconarlo con el programa progresista que es el plato de lentejas al que puede aspirar.
¿Habrá elecciones? ¿Habrá investidura triunfal? Cada vez quedan menos días para resolver este apasionante acertijo. Pero los que más saben no se atreven a apostar. Para Pablo Iglesias, un poquito de poder es mucho. Para Pedro Sánchez, el poder lo es todo. No dejen de apostar que la cosa está divertida.