Luis Núñez Ladevéze | 30 de abril de 2020
El Gobierno impotente requiere unidad en torno a sus planes: presenta la pandemia como crisis y la crisis como pandemia. Los muertos no los causa la crisis, los causa la pandemia.
Luchar contra una pandemia no es reconstruir una crisis, aunque la pandemia la provoque. Un Gobierno elefantiásico, gestor de una deuda billonaria, pretende la aglutinación en torno al Gobierno sin querer adelgazar. No fue así cuando se trató de una epidemia del ébola. Los muertos no resucitan, pero una epidemia, cuya estadística sanitaria se concretó en el sacrificio de Excálibur, produjo una escandalera que llevó a un recambio del Gobierno.
Con la crisis, José Luis Rodríguez Zapatero hundió la economía, Mariano Rajoy evitó el rescate. Pandemia y crisis son distintas. Contra pandemia, enemigo común, unidad. Para la crisis, no hay remedio eficaz sin crítica que permita corregir sus efectos.
El consenso de los Pactos de la Moncloa prendió en la voluntad de reconciliar un país dividido en torno a una Constitución. Ahora la voluntad de división sustituye a la conciliadora. El Gobierno impotente requiere unidad en torno a sus planes: presenta la pandemia como crisis y la crisis como pandemia. Los muertos no los causa la crisis, los causa la pandemia. La desunión no la causa la pandemia, la causa la crisis que la antecede. No se adoptaron medidas para evitar la desunión política y social, sino para ahondar en ella. Reo de una política de desunión, el Gobierno pretende ocultar la evidencia de haber supeditado la declaración de la pandemia a las manifestaciones y al fútbol el 8 de marzo.
El Gobierno requiere unidad en torno a una política de desunión. Airea analogías inverosímiles para condicionar a la oposición. Los terminales periodísticos comparan las actitudes de la oposición en España y Portugal ocultando las obvias diferencias que las separan. No solo el número de muertos. Lo principal es que en España los socios gubernamentales son la avanzadilla que torpedea la unidad. La unión portuguesa no está puesta a prueba. Tampoco la credibilidad gubernamental, errores aparte. En Portugal no hay que ocultar los idus del 8 de marzo ni los socios fugados o sentenciados que lo respaldan. Por esa misma razón, las autonomías españolas tampoco tienen problemas de colaboración. Cuando la oposición socialista pide unidad en los Gobiernos autonómicos, los reconoce fiables y conciliatorios. Cuando la oposición lleva la unión al Parlamento es porque es la sede donde se manifiesta la unidad del Estado.
Es indiferente que el PSOE o el PP salgan o no fortalecidos de la pandemia. Importa salir de ella lo menos debilitados posible para afrontar la crisis política previa y la crisis social que arrecia. Salir de la pandemia se escribe a corto plazo, colaborando en medidas de sanidad. El Gobierno necesita unidad frente a la pandemia para prolongar el corto plazo cuanto sea posible. Para abordar la crisis, el plazo es la legislatura. Entonces el PSOE necesitará al PP, Pedro Sánchez a Pablo Casado, o al revés, porque no bastará Ciudadanos. Para abordar la crisis no servirán quienes sustituyen la voluntad de reconciliación constitucional por la de división. Ni Podemos ni independentistas. Ahí es donde se medirán Sánchez y Casado, Santiago Abascal y Pablo Iglesias… Sabemos con quiénes no pueden unirse y sabremos quién se habrá de unir con quién para abordar la crisis.
No se tratará de salvar al PP o al PSOE. Habrá de salvarse a España de la hecatombe moral, económica y política, a la monarquía parlamentaria, a la Constitución y cuarenta y dos años de historia común. Para salvarnos es necesario salvar ahora al comandante Sánchez de sí mismo, evitando que no lo asfixien sus socios. Para ese salvamento es imprescindible que Casado tienda su mano. Salvarlo de su impostada arrogancia, del falseamiento de la realidad, de su fracasada estrategia. Salvarlo mientras pilote el navío si queremos eludir el iceberg que emerge sobre las cenizas de los muertos.
No es momento de echar cuentas, advirtió Casado desde su primera intervención parlamentaria. Cada vez que anunciaba Sánchez una prórroga, pedía un cheque en blanco. La oposición distinguió lo obvio, pandemia y crisis. Evitó el cierre de las Cámaras. También la prensa consecuente con la dignidad periodística se plantó ante los filtros, las preguntas ad hoc y la manipulación de la televisión pública. Había que auxiliar a Sánchez, encerrado en su ratonera, preso de una estrategia de desunión que incitó la pandemia en lugar de frenarla.
Para abordar la crisis no servirán quienes sustituyen la voluntad de reconciliación constitucional por la de división
Llegó el bulo sobre los bulos en las redes, la encuesta del CIS, las subvenciones a las empresas informativas… El Gobierno se repliega y la oposición presenta credenciales parlamentarias donde las debe representar. Desenlace por ver. Para evitar críticas dentro de la propia comisión, Sánchez se escuda en que es de reconstrucción, no de investigación. Pretensión dialécticamente imposible. La tesis es la pandemia. La antítesis, la crítica. La síntesis es la reconstrucción. No hay una sin otras. Sánchez acabará necesitando a Casado porque España tiene un Parlamento.
¿Alarma o excepción? Hay serias dudas sobre la constitucionalidad del alcance de los decretos, como puede verse en el debate entre los magistrados Aragón Reyes y Cruz Villalón. ¿Aprobar por decreto una reforma de la Justicia? Para rectificar una ley orgánica por decreto ley hay que justificar algo más que la excepcionalidad. ¿Se expondrá Sánchez a recursos de constitucionalidad? Le da igual ahora. El Gobierno necesita sobrevivir alargando el corto plazo. ¿Una moción de censura durante una pandemia para abordar una crisis? El PP no puede confundir una cosa con otra. Que caiga Vox en el juego sucio de hacer de pinza con independentistas no sería perdonable al PP.
El comandante no sabe manejar el compás del buque insignia, permanece escondido en la retaguardia y solo está visible para que la pantalla del televisor ofrezca una faz artificialmente maquillada.
El alocado proceso autonómico ha dejado vacío al Estado, sin capacidad de respuesta. Ni siquiera sabían cuáles eran los mecanismos necesarios para comprar test y mascarillas a todos los ciudadanos.