José F. Peláez | 30 de mayo de 2020
Esta crisis es tan gigantesca que solo podremos salir con pactos transversales que superen los bloques. Aquí no hay salidas de izquierdas o de derechas. Dejémonos de pancartas de parvulario y de sonajeros para votantes.
Recuerdo estos días a Amadeo de Saboya, ese italiano que vino porque se lo suplicó Juan Prim y que terminó por renunciar a «gobernar un país tan hondamente perturbado», harto de los enfrentamientos y de la división del país. El general Prim, quizá su único valedor, fue asesinado el día en que Amadeo embarcaba para salir de Italia. En ese momento, el general Serrano se pasó al bando de los Borbones, Emilio Castelar se puso del lado de la República, los progresistas se escindieron en varias facciones, una de ellas con Sagasta el frente, y los carlistas, como siempre, a sus cosas de carlistas. No es de extrañar que Amadeo de Saboya pronunciara su frase célebre: «Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi». Es decir: «Por Dios, no entiendo nada, esto es una jaula de locos».
En un momento posterior, antes de huir despavorido, Amadeo exclamó otra frase, no menos locuaz: «Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que, con la espada, con la pluma o con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles».
Como ven, poco hemos cambiado. Este país es un desastre y llevamos dos siglos en una pseudo guerra civil con picos y valles, solamente interrumpida por un espejismo, que fue el tiempo que al PSOE le duró la sensatez. Si algo tenemos que agradecer a Felipe González es, sin duda, que fuera capaz de liderar a sus bases. Esto es, de llevarles la contraria. Porque eso es liderar, llevar a la gente por un camino que no quieren recorrer para llegar a un lugar al que sí quieren llegar. El resto es populismo. Podemos discutir qué es un líder, pero en ningún caso es un esclavo de la grey, sino, en todo caso, su pastor.
Queda poco para dejar atrás la ilusión de la terraza reencontrada y empezar a encarar la vida más allá de las cortinas, la realidad cruda de este verano apocalíptico, la miseria que nos viene
Por eso, al final, OTAN sí, reconversión también y, sobre todo, haber esculpido en piedra que la izquierda o es posibilista, inteligente y aliada del capitalismo o no es nada más que eso, una ‘gabbia di pazzi’. ¿Para qué queremos la propiedad de los medios de producción cuando podemos tener la propiedad de los beneficios, quitándonos el marrón de tener que generarlos? El plan es perfecto. Por desgracia, el plan de muchos no es lograr lo perfecto, sino encontrar una manera para articular su odio.
Lo mismo que decimos de Felipe podemos decirlo de Adolfo Suárez y de Manuel Fraga: ambos decepcionaron o directamente traicionaron a los suyos, abandonaron sus postulados iniciales para, desde el propio régimen, llevarnos a la democracia y sus verdes praderas, como en el salmo 23, ya saben. Luego, José María Aznar y Mariano Rajoy, que demostraron que a la derecha le pasa lo mismo: o es inteligente o resulta otra ‘gabbia di pazzi’. Mostraron que el estado de bienestar no es una conquista de la izquierda, sino de todos: del consenso entre conservadores, socialdemócratas, liberales, democristianos, comunistas y hasta franquistas. Y que se puede gestionar mejor lo público, apostar por la estabilidad y enseñar a la gente que el esfuerzo importa. Hay que crear valor si queremos repartirlo.
Queda poco para dejar atrás la ilusión de la terraza reencontrada y empezar a encarar la vida más allá de las cortinas, la realidad cruda de este verano apocalíptico, la miseria que nos viene, la hecatombe económica de una España con 8,5 millones de personas entre parados y afectados por ERTE, según los cálculos. Es decir, el 34% de la población activa. Teniendo en cuenta que tenemos diez millones de pensionistas, son números de posguerra y anticipan hambre. Esto no es un cuentecito. Hay tantas ganas de salir al mundo que estamos obviando que el escenario que el mundo nos va a mostrar parecerá una escena de Las Ratas de Miguel Delibes. Es cierto que no tenemos a El Nini ni al Tío Ratero, pero en el Congreso podemos hacer un casting para ambos perfiles. Sobran de lo uno y de lo otro.
Lo que viene va a requerir esfuerzos importantes. Pedro Sánchez no va a poder sacar el país adelante solo. Hacen falta apoyos para tomar medidas duras y para ello no se puede contar con Podemos. Entrecomillo a Pablo Iglesias: «Nunca he dejado de autoproclamarme comunista. ¿Y cuándo los comunistas han tenido éxito? En momentos de excepcionalidad, en momentos de crisis». No hay más preguntas. Le viene bien. Se está relamiendo.
Esta crisis es tan gigantesca que solo podremos salir con pactos transversales que superen los bloques. Aquí no hay salidas de izquierdas o de derechas. Hay decisiones técnicamente bien tomadas y decisiones técnicamente mal tomadas. Dejémonos de pancartas de parvulario y de sonajeros para votantes. No se pueden soportar las pensiones con estas cifras de desempleo. No se puede soportar el estado de bienestar si no se pagan impuestos y no se pueden pagar impuestos sin actividad empresarial.
Si esta crisis nos ha mostrado algo es que la sanidad publica no es un capricho, sino una necesidad sin la cual no es posible ni siquiera hacer negocios. Se equivocan los neoliberales y sus utopías adolescentes. Pero ojo, sin actividad empresarial no hay sanidad. Es decir, el tejido empresarial es la primera pieza para cualquier estado moderno. Si esta crisis nos ha mostrado algo, siguiendo la analogía anterior, es que la empresa privada no es el enemigo, sino una necesidad social sin la cual no es posible la sanidad pública. Se equivocan el pedrocomunismo y sus utopías adolescentes.
Hay que abandonar las trincheras y caminar juntos por una salida que prime la recuperación empresarial como modo de crear riqueza y poder tener caja para no dejar a nadie atrás. Para financiar esa recuperación tendremos que acudir a los mercados, por lo que habrá que hacer ajustes. Esto implica un gran pacto en el que no estará Podemos. Pero ¿es posible que el resto pacte? La semana pasada hemos visto grandes acuerdos, por ejemplo, en la Junta de Castilla y León. ¿Por qué no en el Congreso?
Pues porque está Pedro Sánchez. Con Sánchez es sencillamente imposible un mínimo acuerdo. Lo mismo sucede con el bloque populista, es decir, Vox, Podemos y nacionalistas. Ciudadanos está fracturado y débil. Pablo Casado no logra consolidar una alternativa. No habrá, por lo tanto, ningún pacto. La salida, si llega, vendrá de los parapetos y límites legales a la acción del Gobierno: el Poder Judicial, el Legislativo, Europa y las autonomías. La segunda transición tendrá que esperar. Quizá, cuando llegue, sea tarde. Por mi parte, estoy construyendo un busto a Amadeo de Saboya. Para el exilio, me pido Turín.
Se ha construido un relato paralelo para desactivar al rival: consiste en que una oposición desleal obliga al Gobierno a echarse en manos de los secuaces del terrorismo.
Pedro Sánchez denosta al PP porque sabe que es el único partido capaz de aglutinar a la mayoría silenciosa detrás de una alternativa cuando el ruido se apague. El estruendo llegará si Bildu entra en el Gobierno con Podemos y el PSOE.