Juan Pablo Colmenarejo | 31 de marzo de 2020
La pandemia del coronavirus se ha llevado por delante al Gobierno de Pedro Sánchez. No hay otra solución que un acuerdo con el PP y Ciudadanos.
No va a resultar fácil volver a la normalidad. Ni siquiera sabemos qué es lo que nos reconfortará y devolverá al tiempo que empezamos a echar de menos desde el inicio de la reclusión. Los españoles hemos aceptado la alarma, resignados a nuestra suerte, aunque en realidad es una excepción que nuestro Estado ha decidido aplicarnos al eliminar nuestros derechos al movimiento y a la reunión. Que todo sea para la mejora del bien común y de la salud de todos y cada uno de nosotros. Ojalá, y la catástrofe acabe cuanto antes, pero el temor indica otra cosa. En un caso como el que estamos viviendo, no hay consuelo para el dolor que padecen quienes están perdiendo a sus seres queridos. Y lo hacen en silencio, desde la distancia, porque el contagio traza un perímetro en el que la soledad hace su agosto.
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De repente nos ha venido esto y, aunque parezca mentira, estamos metidos de lleno en un problema cuya solución va a tardar demasiado tiempo. Precisamente es lo que no tienen todos aquellos que, asidos a un tubo de respiración, siguen a este lado con la ayuda de un personal sanitario que merece un aplauso al minuto. España está perdiendo el aire por culpa de una epidemia que, siendo muy difícil de combatir, podría haberse afrontado con muchos más medios materiales. La cuestión queda para el inventario.
En una de las recientes ruedas de prensa protagonizadas por los técnicos en los que se escudan los políticos para liberar sus responsabilidades, el alto mando de la Policía Nacional desveló que, dos meses antes del estallido del caso, en concreto el 24 de enero, ya se había dado la orden interna de comprar material sanitario, guantes y mascarillas, para proteger a los agentes. ¿Por qué no se extendió esta prevención a toda la Administración del Estado o de las autonomías? Nunca lo sabremos, aunque deberíamos, porque en realidad no hay ninguna intención de asumir esa responsabilidad en el fragor de la batalla contra el coronavirus.
El miércoles 25 de marzo, cuando de madrugada se acababa el Pleno en el que se aprobó la primera prórroga del Estado de alarma, quedó en el ambiente del Congreso de los Diputados la advertencia, tal vez amenaza, del presidente del Gobierno sobre el ajuste de cuentas que nos espera cuando acabe esta parte de la crisis.
J. Á. González, sobre cuándo se dio la orden de adquirir material de protección: «El 24 de enero se dio orden de reforzar la frontera […] Hubo una reunión en la que nos dijeron que se incrementara la protección de los agentes de fronteras»https://t.co/1YKsdA9ocs pic.twitter.com/ICEyaBJAzB
— 24h (@24h_tve) March 29, 2020
Aunque podamos estar exhaustos, Pedro Sánchez avisa de su intención de defenderse. Menos mal que acababa de recibir los votos de los diputados del PP y otros grupos de lo que despectivamente ha llamado “las derechas”, porque de lo contrario no hubiera sido posible sacar adelante la prórroga. Algunos de los socios de la moción de censura e investidura, los que no están metidos en el Consejo de Ministros, no dudaron en demostrar con su abstención que siguen con los pies puestos en sus imaginarias fronteras. El Gobierno lo es, gracias a los votos independentistas y a los de Pablo Iglesias. Y, de momento, Sánchez no quiere soltar esas amarras.
En una situación tan dramática, del Pleno del Congreso debería haber salido un acuerdo de “gran coalición” entre el PSOE y el PP, en vez del ya nos veremos cuando pase todo esto. Sánchez, como todos los demás, no tiene ni la menor idea del país que le espera a la vuelta de esta crisis sanitaria y económica. Por eso, su plan ha terminado y debería tener otro con diferentes compañeros de viaje. No hay otra solución que un acuerdo con el PP y Ciudadanos.
Si quiere seguir atado a Podemos, ya no es su problema, sino el del conjunto de la sociedad española, que necesita un acuerdo de la mayoría. Dicho Gobierno debería afrontar la parte más dura de esta crisis y esperar a, cuando sea oportuno, tal vez dentro de unos meses o un año, convocar nuevas elecciones. La envergadura del socavón en el que hemos caído cambia absolutamente todo. Desde la manera de gobernar hasta la forma de hacer oposición. El Gobierno de Sánchez e Iglesias, con el apoyo del independentismo, tenía un plan de diseño que no incluía gestores o políticos con experiencia. La ola se ha llevado por delante al Gobierno. Se necesita una reforma urgente. Ya no vale ganar tiempo. Lo de esperar a que escampe no sirve para nada.
Cuando salgamos de esta, tendremos un Gobierno fracturado. Por eso Sánchez debería romper con Iglesias y garantizarse el respaldo del líder de la oposición en esta crisis.
El Gobierno solo tomó medidas frente al coronavirus cuando pasó el 8M, pese a las advertencias de la OMS y el espejo de Italia. Ahora, lejos de atajar la situación, buscan culpables colaterales.